Diez años ha durado, pero hoy se acaba la historia, como si fuera un larguísimo domingo de noviazgo. La relación entre el Málaga CF y la Primera División pone esta tarde un punto, que esperemos no sea final. El fin de semana en el que suenan en Málaga y encima por partida doble los temas pastelosos de Pablo Alborán, alguno no podrá evitar ponerse más romántico, más moñas de lo acostumbrado recordando los dorados años blanquiazules, después de haber ido haciéndose al cuerpo de que, como las relaciones de pareja, se van deteriorando con el tiempo a veces sin remedio y de que, desgraciadamente, lo nuestro ya no va a ninguna parte. Bueno, sí, a Segunda, y de cabeza.

Esta tarde es una tarde para ir a La Rosaleda de las mil y unas formas en las que uno puede encarar el final de un romance que cogió con ganas, muchas ganas, y está acabando, hablando en plata, muy malamente. Por lo que es más que probable que hoy en el estadio se vean caras de muy pocos amigos, de cabreo, de rabia, de los que irán a poner de vuelta y media al que se ha cargado la relación. Habrá indiferentes, caras de nada, aún en shock por este final tan abrupto, que no vieron venir. El amor es ciego, ya se sabe... Y habrá también soñadores, nostálgicos, que se arrastrarán hasta La Rosaleda con la media sonrisa en los labios, con la cabeza puesta en ese tiempo pasado, no tan lejano, que fue mejor. Porque al principio todo es bonito. Uno se perfuma cada día, mantiene la línea, lleva buena cara y ficha a Isco, a Cazorla, a Toulalan... lo que sea porque esto tire para adelante. Y reforma la casa, para que estemos a gusto. Y viajamos por Europa durante todo un año, presumiendo uno del otro, haciéndonos selfies para dar envidia en el Facebook, y para que nos vean esas que antes no nos hacían ni caso. Buenos tiempos, antes de que comenzáramos a dejarnos un poquito, cuando no pasaba nada por no ponernos colonia y no ir en dos semanas al gimnasio, cuando empezaron a marcharse Baptista, Monreal, Willy... cuando uno de nosotros estaba más pendiente de sus negocios que de su pasión, hasta que la cosa era ya más rutina que otra cosa y sin saber cómo, aunque sospechándolo, llegamos a esta tarde, en la que se acaba lo que empezó hace una década, pero también con esa idea en la cabeza de que esos amores no se olvidan, de que no siempre las segundas partes fueron malas y de que no hay rollito de verano ni añito en el infierno que acaben con lo nuestro.