Hay quien dice que las segundas partes nunca fueron buenas. Seguramente saldría de boca de alguien que bajaría al Centro ayer por la mañana, abriría un paraguas y se iría a casa malhumorado sin dar la más mínima oportunidad a la tarde del Domingo de Ramos. Bien es cierto que la mañana se aguó de mala manera. Que pintaba una jornada inaugural de la Semana Santa de lo más saborío. Pero la Humildad quitó el mal sabor de boca con una salida procesional que pasará directamente a los anales. Pollinica y Lágrimas y Favores salvaron como mejor entendieron un chaparrón que iban a ser cuatro gotas y que se convirtió en una borrasca que le cogió cariño al Centro y que no terminaba de irse. La primera continuó envuelta en plásticos y la segunda regresó a su templo por la calle San Juan.

HumildadSalió en el mejor momento

La Humildad se puede felicitar del Domingo de Ramos que vivieron ayer. Salieron en el mejor momento, cuando la lluvia hacía quince minutos que se había marchado. Salía el sol, incluso picaba, los charcos menguaban con velocidad y el Compás se llenaba de nazarenos blancos que antecedían al trono del Señor de la Humildad, cuyo trono dorado brillaba con fuerza como queriendo alejar las nubes. Salieron a la hora perfecta. Una hora que ha cambiado la imagen de la cofradía. Que le ha permitido lucirse de otra forma. Con más luz que permite comprobar la riqueza de detalles del trono y del grupo escultórico; la fiereza de Barrabás; la belleza, este año más contenida, de Claudia Prócula; los detalles de la Virgen de la Merced, con un escapulario de plata entre sus manos que hablaban mucho del cuidado exquisito en preparar a la Virgen para su encuentro con Málaga.

La subida al Altozano se inició, con ambos tronos, al ritmo de dos marchas con un mismo título: Rocío, de Escámez para el Cristo y Rocío, Vidriet para la Virgen. Guiño pensado para la cofradía vecina y de nuevo un detalle más para sumar a la larga lista de la hermandad. Ambas marchas tuvieron su efecto en los hombres de trono, que atacaron la cuesta del Altozano con ánimo y elegancia.

La Humildad no sólo estrenó horario, sino también un exigente recorrido, que lo llevó al lateral de la Tribuna Oficial y bajar por la calle Nueva. De nuevo allí se pudo vivir otro momento especial. Otro encuentro con el sentir cofrade. La Banda de Cornetas y Tambores de la Esperanza tiene mucho que ver con esto. Formación poderosa y elegante. Brillante. Con un sonido pleno de matices y fuerza que llevó en volandas al grupo escultórico del Señor de la Humildad. Esto demuestra cómo una buena banda es fundamental. No le fue a la zaga la Banda de Música de Trebujena, con la curiosa disposición de los clarinetes y flautas delante, pero con un sonido notable. Baste recordar cuando atacaron La Esperanza de Triana en la calle Granada, con una petalada a la Virgen de la Merced respondida con mecidas, pasos contenidos y un ritmo perfectamente llevado por los hombres de trono, pese a que ya estaban de vuelta.

PollinicaMálaga dio la bienvenida a su Semana Santa

La Pollinica se plantaba en la calle con la seguridad de que el hombre del tiempo estaba equivocado. A las diez de la mañana, cuando la calle Parras era un ir y venir incesante de cofrades ansiosos de Semana Santa, sobre todo tras un Sábado de Pasión pasado por agua, el sol relucía en el cielo azul. Llegaban las bandas haciendo pasacalles, la de cornetas de la Victoria, con sus elegantes uniformes, y la agrupación de la Vera+Cruz de Campillos, en su primera presencia del día en las calles de Málaga.

Autoridades y escoltas se arremolinaban ante la estrecha casa hermandad de la cofradía. El alcalde dio los primeros toques de campana y salía el trono de la Pollinica. Málaga daba la bienvenida al Domingo de Ramos y jamás había sido tan emocionante la salida.

Flores variadas, con predominio de los colores malva y morado, adornaba en añejo trono que cumplía con su honrosa misión por última vez. La Vera+Cruz interpretaba Nuestro Padre Jesús de la Victoria para los primeros paso. La primera marcha de la Semana Santa de 2013, para un Cristo que ayer lucía su terno confeccionado por las trinitarias y restaurado por Salvador Oliver con motivo del centenario de su primera salida.

Los nazarenos se incorporaban a la procesión desde San Felipe, cuyo campanario no dejaba de repicar.

Al instante, salía la Virgen del Amparo. Rosas de té elegantísimas para su trono y la banda de la Esperanza, un año más, interpretando Reina de San Agustín. Con algún que otro problema pudo llegar a Dos Aceras, ya que los cables se quedaron enganchados en el palio. Y en el Bar Jamón, Pepe de Campillos cantó la tradicional saeta. Paso pollinico para adentrarse en Carretería con la malagueño que Molero compusiera a esta imagen.

A partir de ahí comenzó a llover. Sin posibilidad de dar marcha atrás, la cofradía optó por proteger a sus titulares con plásticos, acelerar el ritmo y seguir adelante, aunque en algunos puntos no quiso dejar de recrearse. El cortejo, pese a estar compuesto fundamentalmente por niños, se mantuvo compacto y ordenado. No dejó de llover hasta que los tronos enfilaron la calle Cárcer.

Lágrimas y FavoresCon lluvia y con sol, pero siempre Lágrimas

El carácter se tiene o no se tiene. La sección de Lágrimas, de las Reales Cofradías Fusionadas, lo lleva en sus genes.

Nada más salir la procesión a la calle, empezó a chispear. El cortejo se mantuvo impertérrito. La continuidad de la lluvia obligó a refugiar los enseres con bordados en Casa Mira, refugio improvisado a la espera de que dejara de caer agua. Una esperanza que se fue desvaneciendo conforme arreciaba la lluvia. No se iba la nube, que insistía en estropear el momento Lágrimas. Aún así, se vio en la calle Nueva, delante de la iglesia de la Concepción con Pasan los Campanilleros. No hacían falta órdenes, sólo los compases para guiar el trono. Un poco más adelante con A la niña de San Juan, marcha de estreno compuesta por Sergio Bueno.

Pero el gran momento de Lágrimas llegó de forma inesperada. Cuando el trono llegaba a Puerta del Mar, la procesión se volvió a San Juan. No había parado de llovar desde que salieron. El regreso se hizo con un exigente recorrido, ajustando al milímetro el paso por su calle. Petaladas en la iglesia de San Juan. Repiqueteo de campanas y el sol que parece que sale para ver el encierro. Una saeta de Antonio Cortés impone la calma en el entorno.

Dentro de San Juan llegó el momento. Las puertas se cierran. Los nazarenos mantienen sus capirotes puestos. La Banda del Arrabal empieza a tocar Caridad del Guadalquivir. Los hermanos -nazarenos, portadores, comisión externa- se cogen de los hombros y se mecen al ritmo del trono. Luego llegó Hosanna in Excelsis, el trono meciendo a la Niña de San Juan, a la que todos los presentes dedican la Salve. Un aplauso a la banda «porque se han portado como unos profesionales» sirve de contrapunto al este momento Lágrimas, que se cierra con la marcha Reina de San Juan.

@Miguelferrary / @ia_castillo