Ayer no sólo brilló el sol o los dorados de los tronos. Lo hicieron en conjunto las cofradías que supieron aprovechar una jornada pletórica. De calidad y cantidad, pues media Málaga se tiró a la calle todo el día, pues no hubo tiempo para ir a descansar o a reponer fuerzas. El Domingo de Ramos es de jornada intensiva.

SaludSalud de los enfermos

Al visitar a María Santísima de la Salud en su capilla de San Pablo es inevitable coincidir con algún orante, bien un enfermo, bien un familiar. Por eso, el Domingo de Ramos es una jornada de agradecimiento, de súplica a la dolorosa y a su hijo de la Esperanza en su Gran Amor.

Un año más la cofradía trinitaria congregó a miles de fieles a las puertas de San Pablo para ver una de las salidas más señeras y complicadas de nuestra Semana Santa. En su afán por dotar cada parte, por mínima que sea, de simbolismo, los cofrades de la Salud colocaron a los pies del Cristo de Álvarez Duarte la corona de espinas con caracoles vivos: la lentitud de su recorrido simboliza la lenta agonía para morir. El trono, en un paso más hasta su conclusión en dorado, llevaba casi todo el cajillo de oro. Los portadores arrodillados a los sones de La Saeta de la Vera Cruz de Campillos sobrecogieron a los presentes, que, pese al calor y la escasez de sombra del lugar, no quisieron perderse la estampa.

Y como es costumbre, la Virgen de la Salud se acercó más si cabe al cielo con el toque de campana de un enfermo. Un hermano de la cofradía aquejado de una dolencia fue el encargado de levantar los tronos en el interior de San Pablo. La virgen, que estrenaba corona, avanzó por el interior de la iglesia hasta quedarse en el dintel de la puerta. Después maniobras complejas para sacar el palio a la calle, que en este Domingo de Ramos pareció serlo aún más y sorprendió a novatos y experimentados al quedar más levantado de un lado que de otro en el atrio mientras sonaba Salud, reina trinitaria. Después, horas de recorrido para disfrutar de la elegancia hecha cofradía.

Dulce nombreMomentos y sensaciones

Dulce Nombre sigue trabajando su presencia en el Domingo de Ramos con esa estética carmelita que mezcla austeridad y colores oscuros que contrastaban con una luminosa tarde. Quizá cuando el día decayó esta cofradía se encontró más cómoda.

Filas largas, llenas y ordenadas de penitentes abrían un camino de luz entre el numeroso público. Un cortejo rotundo, que aguantó con estoicismo y tranquilidad el parón de unos 30 minutos en la calle Dos Aceras y Carrera de Capuchinos por el obligado cambio de itinerario de Humildad. Ese parón no impidió que el trono de la Virgen del Dulce Nombre diera una curva perfecta en la cuesta de Dos Aceras. La marcha Amarguras, con la interpretación de la Banda Sinfónica de la Trinidad, sirvió de compañía perfecta. Un poco más abajo, en la plaza de Montaño, el trono de la Virgen empezó con mecidas, pasos cortos, pasos para atrás... Sonaba Madre del Dulce Nombre y los portadores cantaban la letra. La razón era el mosaico dedicado a la Virgen que había en la fachada de un edificio. No había mejor inauguración.

El trono de Jesús de la Soledad, en esos momentos, entraba en el Centro. Llegó a la calle Echegaray y la Agrupación Musical de Santa Águeda atacó Reo de muerte. El trono se elevó lento, muy lento, y continuó con paso suave, al ritmo de la música. Un espectáculo que fue premiado con un aplauso.

HuertoEsfuerzo por contextualizarse

El viejo Perchel siente añoranza de patios de vecinos y calles pobladas. Se vivía. O se sobrevivía, mejor dicho. Aquellas vías se convirtieron en solares llenos de tapias que ni sirven siquiera para dar sombra. Y así siguen. Al final, en la misma frontera con la Trinidad histórica que, pese a todo, llora con un solo ojo, está la casa hermandad del Huerto, que sigue esforzándose por contextualizar su procesión en ese entorno, mientras la memoria recuerda ese olivo en su territorio: la plaza de los Mártires, Comedias o la plaza del Teatro.

El Señor orante y su Madre de la Concepción hacen olvidar, sin embargo, el erial por el que pasan. Muchos cambios en poco tiempo. Aunque Pepe López, el que fue su hermano mayor y que ayer cerraba las filas de nazarenos de vela de la Virgen, tuvo una visión y se anticipó. De la última a la primera. Era raro. Con los años, el Huerto es la tercera del Domingo de Ramos.

La agrupación de la Resurrección de Sierra de Yeguas es un hallazgo musical detrás del impresionante olivo del Huerto. Y la Vera+Cruz de Almogía ponía sus notas por primera vez tras la Concepción, espléndida tras su limpieza el pasado año por Quibla. Toque de oración ante la casa hermandad de Mena, cara a cara con la Soledad, ya en su trono, y la banda atacó Vera+Cruz Madre de los Estudiantes, de Sergio Bueno.

Los tronos lucieron luto por el fallecimiento de Amadeo Arias, hermano, escudo de oro de la archicofradía y benefactor. Tanto la saya como la túnica que lucieron ayer los titulares las donó este devoto.

PrendimientoEl barrio a sus pies

La del Prendimiento es una hermandad con arraigo en su barrio, que no sólo demuestra su devoción en el Domingo de Ramos, sino que también lo hace el día de su traslado. Pero ayer era el día grande y Capuchinos se volcó. Sus grandes tronos estaban dispuestos ocupando media calle a sabiendas de que El Ejido se quedaría estrecho. La hermandad, con grandes y experimentados portadores y capataces se tiró a la calle con el entusiasmo que les caracteriza mientras sonaban piezas como Virgen de la Estrella o Cristo de los Gitanos.

Ya en Carretería el Señor del Prendimiento que convirtió la calle en callejuela se mecía con decisión mientras la Banda Municipal de Rincón de la Victoria interpretaba El Evangelista. Un cardo, calas y rosas rojas para completar el conjunto. Más atrás y con un nutrido grupo de nazarenos de color azul la señora del Gran Perdón anduvo con Macarena. Una cruceta con personalidad y mimo para levantar el ánimo de los portadores, que se deshacen en vítores y vivas a sus Sagrados Titulares hasta altas horas de la madrugada.