Lo único importante es la morillera. Las morilleras y las bambalinas del palio. No menos importante que las morilleras es el color de las velas. Y que los tronos reluzcan, mucho. Porque no importa qué se procesiona, sino que mi cofradía luzca más que la otra. Que el pueblo cofrade malagueño al día siguiente se desplace en masa hasta las oficinas de la hermandad para alistarse como hermanos. Curioso. Esto nunca ocurre.

Qué buenos somos. Qué bien colocadas están las morilleras. Para muchos, no existiría la Semana Santa si los tronos no procesionan a ritmo de la música… Izquierda, izquierda, derecha, derecha, delante, detrás, un dos tres… ¿Por qué? Porque somos los mejores, los más valientes, los más fuertes, los que mejor levantamos a pulso. ¿Por qué? Porque estamos en tiempo de Cuaresma, periodo en el que en muchas cofradías abren de par en par sus puertas a los cuaresmeros -en su mayoría expertos en morilleras, música, cadencia del paso y velas y flores- que nada o poco les vincula con los sagrados titulares de esa hermandad, pero que son muy de esa hermandad.

No se sabe muy bien por qué. Entre Cuaresma y Cuaresma, los cuaresmeros no están, no existen las morilleras y la música da igual que sea funky u ópera. A cualquier género se le puede sacar los pasos para la procesión. Total, no se hace para mayor gloria de la imagen procesionada ni de lo que representa, sino para el mayor autoenaltecimiento.

Lo suyo es pasárselo bien en Cuaresma. Aunque para ello sea necesario ataviar de lagarterana a lo que se supone que es la razón de ser de una cofradía. Para no iniciados, su Cristo o su Virgen. Y lo que dicen las Sagradas Escrituras, por cierto, protagonizadas por el que muere en la Cruz y los que le siguieron. Claro está, entre cuaresmeros hay muchos no iniciados que, a la postre, son los que desnaturalizan el mundo cofrade de verdad. Ya se sabe, lo suyo es pasárselo bien.

Lo importante no es procesionar a las imágenes, rendirles culto público, hacer expresión de fe, sino que la morillera esté bien puesta. Que los pasos a ritmo de la marcha sean correctos. Qué las flores sean más flores, incluso si son flores de cera. Porque eso debe ser lo importante. Tanto, que hay cuaresmeros cuya máxima satisfacción reciente ha sido que un grupo carnavalero hiciera referencia a una determinada hermandad en sus coplillas desafinadamente entonadas en las tablas del Cervantes. Qué logro más cofrade. Lo dicho, autoenaltecimiento.

Lo que no me explico es por qué el Obispado, o los directores espirituales, no ponen orden en el creciente desorden que en tiempo de Cuaresma se empieza a vivir en el mundo cofrade malagueño, salvo muy honrosas excepciones que no necesitan del enaltecimiento para que luzca lo que se procesiona, que no son precisamente las morilleras, aunque también están arriba.