Se acabó la vieja estampa de esa señora de Villanueva del Pardillo (Madriz) preguntando de Domingo de Ramos a martes de Feria, si por aquí pasa el Señor de los legionarios con túnica blanca que libera un preso en paracaídas pisando romero. La Agrupación conchabada con la Universidad, ha creado un curso para que 64 cicerones penitentes iluminen a iletrados locales, turistas, cruceristas, acoplados ocasionales -vulgo «visita»- y excursiones de jubilados en su oscuro abismo de sapiencia sobre nuestra Semana Mayor.

Ahora todo el mundo va a saber de Semana Santa, desde vetustos belgas observadores de obras, con anchas carnes y tez color muy sacramental, hasta esos pedantes de cuatro años que recitan advocaciones de Cristos y Vírgenes, de Pollinica a Reina de los Cielos, con sus correspondientes sedes canónicas, que hace clamar la vuelta de Herodes.

Todo esto está muy bien, pero creo que debemos ir un paso más allá. No basta con sembrar conocimiento, hace falta sentar cátedra, marcar tendencia, señalar qué es lo bueno y qué un escándalo de arañarse la cara «parriba», imponer qué se debe opinar a la voz de «aquí manda mi campana». Lo que viene siendo, aplicando el Muy Majaronil y Archivendeburras lenguaje marketiniano -abstenerse poetas-, un Capiroters Influencers.

Esta idea la recoge Trafjtitovski en su obra Cofrade Muy Hecho (siglo VI a.C) donde se cuenta que en la Edad Media, a quienes contrarios a la autoridad, opinaban que Mi Amargurum era una marcha «mu gonita», se les invitaba a broncearse en la pira de la Plaza Mayor. Lástima que con lo mijitas que somos hoy en día, esto no esté bien visto.

Necesitamos líderes que guíen esas nuevas masas de sabiondos torrijeros. Que cuando desaprueben un cartel, el pintor lo más parecido a un pincel que coja, sea la escobilla del water. Que si dicen que el Cautivo debe ir de morado, no quede blanco ni en las camisetas de los manolines abrazaronaldos. Que si reclaman un recorrido oficial por el Guadalmedina navegable, todos los tronos sean sustituidos por hidropedales neomanieristas de 16 metros. Gente que a su paso cadencioso, sea aclamada al grito de «tú eres Mágala». Y que el colofón a cada una de sus irrefutables sentencias, chorreantes de verdad, sea un solemne «Palabra de Yo». Todos