­Tiene la costumbre diaria de peregrinar por templos y casas hermandad para conocer hasta el mínimo detalle.Controlar ánforas y candelerías distingue su retransmisión de las procesiones. Esa, que espera no se vea empañada por la lluvia y que, un año más y a pesar de la añoranza por vivirla a pie de calle, hará desde su cabina en la plaza de la Constitución.

¿Dar el pregón es el mayor reconocimiento que podría tener?

Como cofrade y como periodista, por supuesto. Dar el pregón es un gran honor y también una gran responsabilidad, porque soy consciente de que la persona que se sube al Cervantes no puede contentar a todos. No me lo esperaba. He hecho pregoncitos anteriormente, pero nunca llegué a pensar que lo haría porque siempre he creído que sería incapaz.

Quería tenerlo completamente escrito antes de Navidad, ¿lo ha conseguido?

Imposible. Para Navidad tenía el cincuenta por ciento. Sobre todo por una razón, las tecnologías han llegado tarde para mí y no tengo ordenador en casa. Lo terminé a finales de enero, que ya es un éxito. El pregón lo he escrito en la Cope, durante los fines de semana, aprovechando que hay mucho menos trabajo. Cada vez que escribía un folio, lo imprimía por miedo a perderlo.

Y lo habrá releído muchas veces...

Una. Lo escribí, lo corregí, lo metí en un sobre y directamente al cajón. El sábado por la mañana sí lo volveré a leer. No he querido hacerlo para no quitar y poner nada. Lo que salga, salió.

¿Sorprenderá?

Voy a sorprender. Para subirse al Cervantes a hablar durante dos horas, sin perder la atención del público, tienes que ser un orador buenísimo, y yo no lo soy. Los que entienden dicen que si la cosa no es buena, a los 40 minutos la gente empieza a moverse en el asiento. No es que se vayan a partir de risa, pero voy a introducir elementos para intentar conseguir que el público no se aburra.

Su afición por coleccionarlos hace pensar en posibles influencias...

No he querido leer ninguno para que no me influya. Aunque guardo recuerdos de muchos. Los ha habido muy buenos, con frases que recogeré, pero siempre citando su nombre y año, que nadie piense que he copiado. El pregón de cada año tiene que tratar los temas de ese año. Los problemas o aciertos que había cuando empecé a escucharlos en 1957 no son los mismo que tenemos ahora.

¿Ha progresado adecuadamente la Semana Santa de Málaga?

Como de la noche al día. Ha dado un vuelco tremendo. Antes había desorden en horarios e itinerarios y también, mucha purpurina entre los enseres de las cofradías. Los túnicas eran de pena, los tronos con muchas flores y lucecitas para tapar carencias. Preferían salir de noche, porque todos los gatos son pardos. Ha mejorado mucho. Los hombres de trono ya son hermanos y no se les paga, y los acompañamientos musicales tampoco son el tambor de cola de entonces.

La incorporación de la mujer es otro cambio significativo...

Me parece extraordinaria. Ahora las mujeres llevan tronos y hasta hay dos hermanas mayores. Antes se limitaba a ser camarera de la Virgen. Era impensable que saliese de nazareno e incluso cerca de los 70 tenían prohibido el acceso al palco presidencial de la Constitución. Solo entraron doña Carmen Polo y Ramona, esposa de ministro de la Gobernación.

¿Algo que mejorar?

El cambio tiene que ser del público. En determinadas zonas del recorrido se ha perdido un poco el respeto. En la Alameda hay mucho jaleo, con el niño jugando, la gente cruzando. Habría que poner más orden y eso es una cuestión de educación. Además, la gente no aguanta tanto en la calle y sería preferible que las cofradías se encerrasen antes.

¿Y el turismo religioso?

La Semana Santa es un hecho cultural pero profundamente religioso. Para los católicos, lo que se conmemora es la pasión, la muerte y la resurrección. Para los que no, es un espectáculo en la calle. El fondo religioso no se puede cambiar. Lógicamente es una forma de atraer turismo y de generar empleo, pero no tiene que convertirse en una fiesta turística. Me parece bien que vengan, lo que no sé es dónde se van a sentar porque no hay sillas.

La imagen que más devoción le despierta...

He sido hermano de Mena y El Rico, pero ya no. Ahora voy por libre. Desde que era muy pequeño le he tenido una devoción muy especial a la Esperanza. Vivía en el mismo edificio que Carlos Gómez Raggio, que fue hermano mayor y eso hizo que lo viviese muy de cerca.