Ha escrito cientos de páginas sobre las reinas de España, donde ha encontrado un verdadero filón. Y su continua investigación en los archivos del Palacio Real le ha dado para su primera novela histórica, El cerrajero del rey (La Esfera de los libros). María José Rubio (Madrid, 1965), que participó en el polémico diccionario biográfico, dice que la Academia de la Historia debe modernizarse

¿Esa querencia suya por las reinas?

Encargo de mi editorial. Me alegro, porque me sirvió para hacer un recorrido exhaustivo de la Historia de España a través de ellas y encontrar personajes e historias interesantísimos que pienso aprovechar para el resto de mis libros.

Casi todas las reinas de España han sido desgraciadas, ¿es más un horror que un honor?

Ser reina y ocupar un trono no es un camino de rosas. Son personas que están atadas a un cargo de Estado vitalicio del cual no pueden escapar y que conlleva la pérdida de libertad y de intimidad.

A pesar de ser reinas de cuna...

Aún siendo todas hijas de reyes, hay testimonios tremendos, como decir en el siglo XVII que la reina de España era una esclava, no sólo del cargo, sino también de la rigidez de la corte que las rodeaba. El protocolo y la servidumbres las asfixiaba a pesar de crecer en ellas.

«Ser reina en cualquier país es cosa penosa, pero ser reina en España es lo peor de todo».

Sí, lo dijo Isabel Carlota de Baviera ya en el siglo XVII.

El rey Juan Carlos, al ser entronizado, rechazó tener corte.

Es uno de los cambios que introdujo doña Sofía, una reina pionera. Después de 40 años de una dictadura, tuvieron que inventarse una monarquía acorde con la nueva sociedad, y uno de sus éxitos fue cargarse la corte y el antiguo protocolo.

La naturalidad y la cercanía son fundamentales, dice usted, ¿ve esas virtudes en la princesa Letizia?

La princesa Letizia ha tenido un camino difícil, tuvo que aprender muy rápido y muy a la vista de la opinión pública. Desde el primer minuto se escrutó cada gesto y cada palabra. Como es muy perfeccionista, tiene un punto de rigidez y de miedo a la crítica. Frente a princesas europeas de un perfil semejante como Kate Middleton o Máxima Zorreguieta, a Letizia se le sigue notando el temor a meter la pata, y le falta naturalidad. Desde que fue criticada por decir «cállate, ahora me toca a mí hablar» sufrió mucho.

¿Da una imagen de frívola doña Letizia?

La Casa Real debería fomentar otra imagen, más alejada de las revistas del corazón y menos pendiente del traje y los zapatos. Ese punto de frivolidad no le favorece. Debería dar imagen de una princesa involucrada en cuestiones sociales.

La valoración de la Corona ha caído tras el caso Urdangarin.

No da una imagen muy buena, desde luego, pero la monarquía es una institución muy sólida. La monarquía es de las pocas instituciones que resiste, a pesar de los monarcas. Ha demostrado ser muy valiosa, sobre todo en un país como España, muy dada a la división política; unifica y está por encima de los partidos.

¿Urge la reforma constitucional para eliminar la prevalencia del varón al trono?

Es una reforma necesaria. No se puede hablar de igualdad de derechos cuando la primera institución del Estado da ejemplo de todo lo contrario. Los partidos aplazan la reforma porque les da miedo que se convierta en un referéndum sobre la monarquía.

¿Necesita transparencia la monarquía?

La transparencia siempre es buena y los reyes tienen que ser ejemplares. La monarquía inglesa hace público hasta lo que gasta en calefacción en Buckingham.

Participó en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia, que sembró una gran polémica porque Franco no sale como un dictador.

Es una obra monumental y da pena que al final se la conozca sólo por esa polémica. La Academia debe renovarse y abrirse a la sociedad, ver la Historia de una manera más moderna.

Habrá un contra-diccionario.

Es que hay gustos para todo el mundo,sobre todo cuando te acercas a la Historia contemporánea, depende del bando y de la ideología. Es como la vida misma.

¿Un historiador no puede ser veraz y objetivo?

Tiene que pasar tiempo para que la memoria del dolor desaparezca y los historiadores puedan tratar de una manera más objetiva hechos tan dramáticos y cercanos como la Guerra Civil.