Planta cara a la crisis con la misma naturalidad con que rememora su amistad con el Rey o aplaude la vitalidad de su prima la Duquesa de Alba. Apela a la creatividad española para sortear las dificultades económicas.

Sufragio universal, libre, directo y secreto, ¿recuerda la primera vez que habló con el Rey de las bondades de la democracia?

Lo hacía cada vez que regresaba del internado de Lovaina. Cuando íbamos a cazar le decía que el futuro de España pasaba por la democracia. Él, en aquel momento, no tenía ningún poder. Era un príncipe nombrado por Franco y se limitaba a recabar información para ver cómo se podían volver a unir las dos Españas que se habían separado tan violentamente durante la Guerra Civil.

¿Cómo se tomaba don Juan Carlos sus por entonces proclamas revolucionarias?

Tampoco eran tan revolucionarias. Yo había fundado en 1957 el Club de La Lechuza, símbolo de la sabiduría según los griegos. Lo fundé mientras estudiaba en Lovaina con otros estudiantes españoles. Lo que queríamos era promover una democracia en España parecida a las que ya había en Europa. Muchos años después lo conseguimos. Para nosotros Europa era fascinante porque España estaba completamente aislada con el régimen franquista. Luego le contaba al Rey nuestras reflexiones tanto de Lovaina como de la Universidad de California (Davis), cuna del movimiento hippy.

¿Usted ha sido hippy?

No, pero me divertía el tema. Vi pronto que ese movimiento no iba a ninguna parte, como le ha pasado al 15M. Con todos sus defectos, me parece que el invento de los partidos políticos es perfecto.

Pues los ciudadanos están muy decepcionados con ese invento.

Lo que falta en España es una sociedad civil que sea fuerte, marque pautas y dé ideas a los políticos. Hay que salir a la palestra: si eres empresario, por ejemplo, y no estas de acuerdo con lo que sucede en Cataluña hoy en día, deberías de salir a la palestra. De nada sirve el estar agazapado para después quejarse. Ese valor cívico, propio de las democracias más avanzadas, todavía no se ha desarrollado en España.

Decir lo que se piensa y actuar como se sienta, tal y como hace su prima la Duquesa de Alba, ¿cómo se encuentra doña Cayetana?

Con una pierna rota, pero con unas maravillosas ganas de vivir y de disfrutar. La última vez que la vi en un restaurante de Madrid acababa de llegar de un viaje con su esposo a un bosque de Birmania. Es extraordinaria. Yo nací en su casa, en el Palacio de Dueñas.

El Rey con la cadera destrozada y la duquesa con la pierna rota, parece que es usted el único del grupo que no sufre achaques.

He tenido suerte. ¿Sabe que comparto médico con el Rey?

Pues además del médico debería usted de compartir con el Rey el secreto de su vitalidad.

Yo me cuido mucho. Todo lo que como y tomo es sano y procuro que tenga muchos antioxidantes. Tomo selenio para conservarme y se lo he recomendado al Rey en alguna ocasión pero no se si me ha hecho caso. Cada uno tiene sus fórmulas para cuidarse. Lo cierto es que descubrir las propiedades del selenio fue una revolución.

¿Es entonces el español un mal vendedor de su creatividad?

El siglo XX ha sido desastroso en Europa y el lujo ha despertado hace 30 años, así que estamos a tiempo para atraer a esas miles de familias de clase media de China, Brasil y Rusia que vinculan la calidad con Europa y no con América. El español tiene las ciudades, la cultura, la gastronomía... lo que hace falta es tener una mentalidad de empresa para vender ese lujo, esa calidad de vida que tiene España.

¿No es hasta cierto punto amoral fomentar el lujo en estos tiempos de austeridad?

Yo vivo en el campo y para mi el lujo es disfrutar con unos amigos de una cerveza cuando cae la tarde. El lujo no tiene por qué ser algo caro. Es algo que nos llena de ilusión. Pero además, el mercado del lujo crea puestos de trabajo. El milagro está en hacer que un producto de lujo de hace cinco milenios siga siendo de lujo en el siglo XXI.

¿Será también un milagro el reciente fervor religioso de su hija Tamara?

¡Vaya usted a saber! A los hijos se les marca un poco la vida al principio y a partir de ahí cada uno hace su camino.

¿Teme que Tamara se aleje del mundo del lujo que su exesposa Isabel Preysler y usted le han inculcado y se entregue a la austeridad cristiana?

No, no lo creo porque además ambos conceptos, lujo y austeridad, no están reñidos. Desde luego, mi hija Tamara es un gran lujo.