Hubo un momento en el que Marta Fernández (Santiago de Compostela, 1980) hubiera preferido confesar a su familia que padecía una enfermedad terminal a decirle la verdad: que era lesbiana, pero hoy está convencida de que va a cambiar el mundo con LesWorking, el primer lobby de lesbianas. Aquella época de temores es ya historia para esta gallega directiva de la consultora internacional KPMG. Marta Fernández, una mujer que hace que más de un hombre se vuelva para piroperala, lamenta haber pasado 30 años apolillándose en el armario, asegura que las personas que aceptan su sexualidad son más productivas en el trabajo y pone como ejemplo para los políticos la apuesta de Obama por el colectivo gay.

Así que usted ha creado un lobby de lesbianas.

Sí. No quiero que ninguna chica más se sienta como yo me sentí antes de aceptar que era lesbiana. Mi mayor deseo es que el día de mañana, cuando tenga una familia, nadie me mire por la calle. Sueño con tener una mujer, un hijo y un perro.

¿Tan mal lo pasó usted?

Muy mal. Hasta los 30 años no logré vivir sin miedo, sin pereza y sin vergüenza.

¿Tuvo que pasar 30 años en el armario?

Siempre supe que pasaba algo, que no me enamoraba de los chicos. He tenido parejas masculinas pero no lograba sentir lo que se supone que hay que sentir.

¿Qué hay que sentir?

Pues eso que te muestran en las películas, en los libros o en los anuncios. Yo no lo sentía, pero sí me fascinaban algunas de mis amigas. A los 23 años me enamoré en Italia de una compañera de piso. Se lo dije.

¿Y qué pasó?

Lo comprendió pero me dejó muy claro que ella no sentía lo mismo. Se lo dije a mis padres y fui a una psicóloga de Galicia que me dijo que no me preocupase, que era normal.

¿Cómo que era normal?

Me dijo que era una persona obsesiva y que por eso me obsesionaba con mis amigas pero que lo que a mí me gustaban eran los hombres.

Y se volvió a meter en el armario, ¿no?

Hasta los 30 años. Estaba en México y me dije a mi misma: "se acabó". Cogí un vuelo y me pasé una semana en Galicia contándoles a mi familia y a mis amigos que ya tenía muy claro que me gustaban las mujeres. Hubo un momento en el que hubiese preferido tener que confesar que tenía un cáncer a decir que era lesbiana. No quiero que nadie más pase por eso y esa es una de las razones por las que cree LesWorking, el lobby con el que espero cambiar el mundo.

Y ya tiene a más de 300 asociadas.

Y de 15 países diferentes. Para entrar hay que ser lesbiana y tener al menos 10 contactos. Se trata de la primera red profesional internacional para mujeres lesbianas.

¿No teme crear un gueto?

Pido que entren lesbianas porque el lesbianismo es algo que muchas mujeres llevan en secreto. Lo que trato de hacerles ver es que no están solas. Luego organizamos conferencias y otro tipo de actos abiertos a heterosexuales. Lo que queremos es facilitar el contacto entre las mujeres lesbianas empresarias o trabajadoras por cuenta ajena para ayudarse mutuamente en sus carreras profesionales y dar soporte a proyectos que sirvan para dar visibilidad a este colectivo tanto en la sociedad como en las empresas.

Este lobby es algo que ya crearon hace una década los gays, ¿por qué este retraso?

Si lo llevas en secreto es difícil hacer lobby. Las chicas se hacen fuertes cuando se ven con más chicas y se animan a salir del armario cuando una da el primer paso.

¿Echa en falta más valentía para dar ese paso en las famosas lesbianas?

Las entiendo. Si a mí me costó hacerlo, a una persona conocida le dará aún más miedo. Es muy incómodo sentirte mirada por tener una orientación sexual que ni tan siquiera tú has elegido.

¿Se siente mirada?

Por supuesto que si voy con una novia de la mano o le doy un beso me siento mirada. Son miradas de curiosidad. Yo misma me quedo mirando cuando veo a dos chicas de la mano y entonces pienso: ¡mira qué bien!

Pero usted, que nació en 1980, no es de una generación que se haya tenido que apolillar en el armario, ¿verdad?

Los 80 son unos años en los que ya puedes crecer sin ocultarte, pero no tan libremente como lo hacen los que nacieron en los 90. A mí me costó mucho cambiar mi vida a los 30, cuando solté la bomba. La generación de 1980 es quizás la del no retorno a posturas homófobas pasadas. No está tan lejos el día en el que nadie te mire por ir con tu novia de la mano.

De hecho, hasta en los ambientes más retrógrados, la homofobia es políticamente incorrecta, ¿no?

España es el país menos homófobo del mundo. Se ha dado la vuelta a la tortilla. Ahora está mal visto si tienes un problema con los gays, pero no tanto con nosotras. No hay que olvidar que somos el 20 por ciento de la población mundial. En España hemos conseguido casi todo en derechos, pero el problema con el lesbianismo es que o tu lo muestras o no se sabe.

La homosexualidad es la primera causa de acoso en los institutos, ¿sucede algo parecido en los puestos de trabajo?

No lo sé porque en mi trabajo no hay tampoco nadie abierto al mundo gay. Supuestamente vuelvo a ser la única lesbiana en el universo de mi empresa. Yo no llevo un cartel en la frente, pero no lo oculto; lo abordo con naturalidad porque no quiero ser la comidilla ni el eje de los cotilleos en los descansos de mi empresa. Hay trabajos en los que entiendo que es mejor quedarte en el armario.

¿Qué tipo de trabajos?

Si trabajas, por ejemplo, en un colegio religioso aconsejo no decir nada. Se puede ser lesbiana pero no kamikaze.

¿Se es más productivo tras revelar tu orientación sexual?

El exdirector general de BP reconoció hace poco que si hubiera salido del armario antes no habría perdido un 20 por ciento de su tiempo en camuflar lo que en realidad es. No decir nada te genera un desgaste que redunda en tu trabajo, en tu rendimiento y en tu malestar.

Hay algo aún más terrible que el acoso: un tercio de los suicidios juveniles tiene su causa en la dificultad para asumir o ejercer en libertad la propia orientación sexual.

Efectivamente. Algo falla. La las chicas que tengan dudas deben de pedir ayuda. Yo las puedo poner en contacto con expertos y deben de saber que todas nos tenemos que ayudar. No sirve de nada guardarse lo que una siente.

¿En qué medida ha facilitado Internet esa salida del armario?

Internet ha sido fundamental. Si estás en una minoría tan peculiar como es la de las lesbianas es vital contar con una plataforma en la que, sin que se te vea, descubras que hay gente como tú. Internet ha servido para no sentirte la única del universo.

Debe de ser un poco más difícil salir del armario en un pueblo.

Mucho porque hay menos diversidad. Tengo amigas y amigos gays que han salido de sus ciudades para diluirse en Madrid o Barcelona. Antes las mujeres se iban a Londres.

Veo que en su estado de whatsapp tiene puesto feliz, ¡Casi nada!

Soy muy feliz porque tengo mucha suerte con mi familia y con mis amigos. Ahora no tengo novia pero estoy muy ilusionada porque además me encanta mi trabajo en KPMG y ahora tengo LesWorking para desarrollar mi compromiso social.

Con la ayuda además del embajador de Estados Unidos en España.

Obama está siendo fundamental en el apoyo y la defensa del colectivo gay. Ha visto el potencial de este lobby y veo que cada vez son más las empresas que se comprometen con políticas de diversidad.