Como mujer diseñadora, ¿se encuentra muy sola?

No. Nunca he tenido ese problema. También es cierto que tengo el apoyo de BD detrás, por eso las relaciones ya eran más fluidas con los fabricantes. Sí me encontré con problemas cuando hacía interiorismo. Iba a una obra y de entrada no me hacían ni caso. Al contrario, me decían: «¿Esperamos a que venga el arquitecto?» «No, no, esta obra la llevo yo», les contestaba. Estaban un poco esperando a que la cagara. De todos modos, después de dos o tres reuniones, si veían que yo iba en serio, no había ningún problema.

¿Tienen las mujeres diseñadoras una sensibilidad especial?

Creo que la tienen para ser muy inclusivas, incluir muchos significados en un diseño. Ellos, quizá menos. Personalmente, me interesan mucho las partes emocionales de un diseño. Porque son las que pueden conseguir que te sientas bien. Pienso que la gente tendría menos mal humor si estuviera rodeado de cosas amablemente diseñadas.

¿Se ha sobrediseñado mucho en los últimos años?

Sí. En estos momentos es muy importante ver dónde se está y qué se quiere hacer y adónde se quiere ir. Hay una absoluta explosión de diseño. Vas a una feria, por ejemplo a la de Milán, una de las más importantes de Europa, y sales mareado y dices, «he visto 20 sillas más» cuando además en el mercado ya hay muchas. Hay un exceso de sobrediseño. Entonces uno se pregunta: ¿Dónde está el verdadero diseño? Pues cuando éste aporta algo. Cuando has visto 20 sillas y ni te acuerdas de ellas y sólo recuerdas una, sabes que es aquella la que valía la pena. Y es porque ha aportado algo: un material, una manera de mirar... Hay objetos que los miro y creo que al mirarlos se me cambia la cara. Ya sea porque me dan placer, me provocan una sonrisa, tranquilidad, buen humor, o me quedo embelesada por una forma.

Gillo Dorfles decía que el diseño es el arte de la sociedad industrial. ¿Qué es el diseño en la sociedad de la información?

Por mucho que internet nos facilite la comunicación, continuamos sentándonos, durmiendo, comiendo pasteles, poniéndonos ropa y zapatos. El diseño continúa teniendo paso. Internet puede enriquecer porque te permite conocer cosas a las que antes a lo mejor no tenías acceso. En ese sentido, es positivo.

¿Le molesta la coletilla «de diseño»?

Sí. Políticas de diseño, también se diseñan estrategias... Pero si pensamos que diseñar es pensar bien y llegar a un resultado bueno, no me parece mal usar esa palabra. Hay cosas que acaban siendo objetos y otras que acaban siendo razonamientos.

¿Diseñar es hacer fácil lo difícil?

No diría que es hacerlo simple, pero sí fácil y sobre todo que se entienda. Cuando la gente se pregunta qué es esto, es que no es un buen diseño.

¿Falta en España cultura empresarial para que el diseño se expanda?

Sí. No estamos fatal, pero estamos a años luz de Italia, Suiza y los países nórdicos. Los nórdicos están tiñéndolo todo ahora. En los años 80, ya se hablaba de diseño funcional y nórdico. Han sido siempre muy serios. Pero yo soy más mediterránea, me gusta más el formalismo, aunque veo mucha solidez en lo que hacen.

¿Le gustan los logos de los partidos políticos?

No, son fatales. Los de los nuevos partidos son poca cosa todavía. Tienen mucho más mensaje oral que no lo que transmite su gráfica. Pienso que sólo poniendo el color lila no basta. Hay mucho camino por recorrer.