Las cadenas del destino cierra una saga. ¿No deja ni una ventana abierta a una continuación o «spin off», que dicen los televisivos?

He intentado exprimir el potencial de los personajes y del contexto temporal. Aunque el momento histórico es riquísimo, creo que la saga explota al máximo los enigmas vitales. Me doy por satisfecho con las tramas que he conseguido en estos años y con el profundo repaso al choque entre cristianismo e islam, con sus luces y sombras tanto en uno como en otro lado. Mejor pasar a otra cosa.

¿El género histórico vive su etapa de oro o nunca la abandonó?

A diferencia de todos esos géneros que de repente se ponen de moda, parecen desbancar al resto y después se desinflan, la novela histórica se mantiene con una legión de fieles que se renueva desde Scott, Tolstoi o Pérez Galdós hasta Posteguillo, Pressfield o Eslava Galán; y eso pasando por Graves, Waltari o Yourcenar. Además, abarca tantos subgéneros, tantas posibilidades dramáticas, que en ocasiones la misma denominación, «novela histórica», se queda corta. Mientras exista curiosidad por el pasado y por la condición humana, el género se mantendrá.

¿Dónde acaba la historia y empieza la ficción?

La ficción está siempre presente porque es inherente al concepto de novela. La historia forma parte del mero contexto espaciotemporal y eso, para mí, ha de ceder siempre ante la trama y los personajes. Por fortuna, existen tantos tipos de novela histórica -desde la muy rigurosa a la muy dramática-, que los lectores de toda condición pueden ver satisfechas sus ansias. Tanto los que buscan el placer estético como los que pretenden conocer el pasado, bucear en la condición humana o, simplemente, entretenerse.

La Edad Media parece una etapa algo olvidada en nuestra Historia.

Decía Umberto Eco que el medievo es la infancia a la que siempre necesita volver Europa para practicar la anamnesis. No se entiende nuestra civilización sin la Edad Media y, sin embargo, muchos la consideran una etapa oscura sobre la que es mejor pasar de puntillas; tal vez por eso, por su desconocimiento, se la ha usado para edificar naciones o para socavar sus cimientos. Sin embargo, nuestro medievo es riquísimo en contrastes y, por más que nos esforzamos en ocultarlas, sus huellas reales están aquí, a la vista.

¿Cómo se puede acercar esa época al lector?

Con una divulgación adecuada (de la que se ven muestras interesantes) y con un mimo hacia la cultura del que, desgraciadamente, carecemos. Ya no se trata solo del IVA cultural o de la piratería. Se trata de que importamos y adaptamos a España todo reality show que se cruza en nuestro camino, pero no los documentales británicos sobre sus castillos, por ejemplo. Sí, sé que es lo que el público reclama. Pues eso es: aún tenemos más mentalidad de chiringuito que de museo.

La juventud se ha aficionado a la historia gracias al género literario. ¿Se siente, en parte, responsable de tamaña gesta?

No. Santiago Posteguillo, Pérez Reverte, José Luis Corral… Échenle la culpa a ellos.

¿Cómo se mete un inspector de policía a escritor?

Igual que lo hacen ingenieros, doctoras, periodistas, profesoras, amas de casa, pilotos comerciales o vendedores de seguros. Los inspectores de policía también tenemos inquietudes, sensibilidad y, a veces, algo de tiempo libre.

¿Lleva su trabajo como policía a las páginas de sus libros?

No. Escribo lo que me gustaría leer. Sé que algunos compañeros (policías, guardias civiles, mossos…) escriben novela policiaca o negra. A mí no me atrae. De hecho, apenas leo esos géneros, ante los que me resulta difícil algo imprescindible para disfrutar de una novela: suspender la incredulidad y sumergirme en la trama. Culpa mía. ¿Será por los 27 años de profesión? Será. A ver, existen excepciones, como el valenciano Juanjo Braulio y algunos otros; pero en general, todos esos lugares comunes del género negro (la denuncia social, las cloacas del sistema, las arduas investigaciones criminales) acaban representados con mucha más fantasía que realidad; esto según mi modesta opinión, siempre rebatible. Por otra parte, creo que lo que hay que llevar a la novela son las grandes cuestiones humanas: el miedo, el valor, el odio, el amor, la ambición, la lealtad… Y para eso vale cualquier género y puede hacerlo cualquier persona, trabaje en lo que trabaje. Dahl, Tolkien o Lewis vivieron en propia carne las guerras mundiales, pero después escribieron sobre maravillosos mundos de fantasía.