Un frenético final, al que el Unicaja se subió a la carrera tras remontar un 75-66 a 3:14 del final, a lomos de un incombustible James Augustine, permitió al equipo malagueño acariciar su presencia copera dando un golpe de timón en Tenerife. Apretó el partido hasta donde ya nadie se lo esperaba: 79-77 a 32,2 segundos. Y tuvo un ataque final para ganar. Pero esta vez salió cruz. Fallan los que tiran, y el «capi» Carlos Suárez tuvo la bola para rematar el choque, enganchar tres victorias consecutivas y dilapidar así cualquier atisbo a la crisis vivida. Pero la bola se fue al hierro. Y el Iberostar se llevó el triunfo (81-77) tras un partido muy irregular de los malagueños. Inconsistentes en defensa y ataque. Capaces de irse abajo al descanso (42-35) tras minutos calientes del microondas Vasileiadis y ponerse arriba 49-52. Pero de ahí se pasó a un inquietante 59-53 y ya fue un querer y no poder que acabó con cabezas agachadas, brazos en jarra y cara de tontos.

Al equipo, con todo perdido, le dio para tirar de heroica. Y tuvo el billete a la Copa de Las Palmas en ese triple de Suárez. Pero el destino no quiso aceptarlo. Y el Unicaja perdió su octava plaza liguera, que ahora tiene el cuadro insular.

Las estadísticas en esto del baloncesto son como los análisis de sangre. Uno lee detenida y sesudamente un lío terrible de números junto a diversos apartados. Cambien los leucocitos, las plaquetas y el colesterol por rebotes, asistencias y pérdidas. Y, claro, compárenlas con las del rival, que ahí estriba la diferencia. Ahí se puede sacar la lectura real de lo que ha pasado durante 40 minutos de partido.

Y en ese análisis sanguíneo vemos cómo el Unicaja y el Iberostar lo hicieron casi todo igual: 32 rebotes cada equipo, dos asistencias más los malagueños (21 a 19), idénticos porcentajes de dos (52 a 51% para los verdes), algo mejor el Unicaja en triples (40 a 30%) y más pérdidas cajistas: 15-10. Dar así un diagnóstico certero resulta complicado. Hay que penetrar y ver más allá de las grandes cifras para encontrar cuál fue el factor diferencial del encuentro. Qué hizo que el Iberostar entrara a los tres últimos minutos de partido ganando por 75-66. Y lo que desniveló la balanza fueron las posesiones y los tiros a canasta.

El Iberostar lanzó 41 veces de dos puntos y 29 de tres: 70 tiros en total. El Unicaja tiró sólo 27 de dos y 25 desde la línea de tres. Es decir, 52 lanzamientos. El equipo costasoleño tuvo 18 tiros menos. O sea, la oportunidad de hacer hasta 30 puntos. Lo «camufló» desde el tiro libre el Unicaja, con 25 a 13. Una diferencia que no logra paliar el tremendo desnivel. 18 posesiones con 18 lanzamientos al aro son muchas. Son 18 oportunidades de anotar. De sacarte del partido. Y semejante desnivel acabó colapsando al Unicaja.

El club de Los Guindos fichó a bombo y platillo este verano al base NBA Ray McCallum. Y mi pregunta es: ¿para qué? No dudo, ni por un segundo, de las cualidades del excompañero de Pau Gasol en los Spurs. Lo que no entiendo es para qué te compras un Ford Mustang V8 5.2L de 500 caballos si cuando lo usas le capas el motor. O sea, para qué demonios te gastas un pastón en un base NBA sin experiencia en Europa que necesita, además de un proceso de adaptación, sentirse libre, tener sus tiros, correr y jugar a campo abierto, sin corsés. McCallum no puede ser tan poquita cosa como está empeñado en demostrar. Ayer no tiró ni una vez a canasta. En pretemporada nos enseñó que jugando desbocado, sin las riendas cogidas, es un espectáculo.

Y ocurre tres cuartos de lo mismo con Gio Shermadini. Ayer le dieron cuatro bolas dentro y sacó seis faltas. Cada vez que echó el balón al suelo, en el uno contra uno de espaldas al aro, recibió un zarpazo. ¿Por qué no empezó cada jugada del Unicaja poniendo un balón dentro al gigante georgiano? Se le pasó cuando ya no había otra opción. Y a cuentagotas. Si te has gastado un millón de euros en fichar al pívot parece razonable usarlo más. No hablo de minutos, si no de su utilización en la pista. Más allá de hacer esas ayudas interminables en defensa hasta el centro de la pista que te abren un agujero negro en tu zona, parece más urgente nutrirle de balones. Y más ante un Iberostar que demostró que no quería hacer dos contra uno: sólo hacer faltas y faltas.

El Unicaja vivió en La Laguna de arreones. De los triples finales de Alberto Díaz y los puntos de Nedovic. Y de un James Augustine que volvió a firmar una verdadera exhibición, la segunda en menos de 48 horas. 15 puntos, 5 rebotes, 22 de valoración. Pero no le dio para ganar. Y, con la Copa tan apretada, sólo con competir ya no basta.