Las palabras que ayer pronunció Carlos Saura en presencia de cuatro de sus cinco alumnos más inquietos emocionaron a más de un asistente. El maestro de los descubridores rememoró pasajes que hasta ahora habían permanecido inéditos: «Estos cinco chicos resulta que se habían ido a cazar murciélagos a unas cuevas que ya conocíamos, las que había delante de la Cueva, y me vinieron ya muy de noche, diciendo que había algo enorme».

«Irrumpieron en la escuela contándome lo que habían visto y yo tengo que reconocer que no los creí. Venían de las cuevas que conocíamos como las del cementerio de Maro, y estaba casi seguro de que exageraban mucho», relataba ayer el maestro ante unos descubridores -cuatro de ellos más la viuda e hijo de José Luis Barbero- que llevaban más de medio siglo sin volver a reencontrarse con él en la primitiva entrada a la cavidad.

«Yo lo pasé estupendamente durante ese curso. Lo más especial fue poder ver la Cueva como nadie la ha podido ver nunca, sin música ni luz. Allí acompañé a mis alumnos y nos pusimos a buscar para ver si había restos. Pero no lográbamos ver ni el techo, porque la luz de las linternas no llegaba hasta arriba. Ese curso lo terminé aquí y al siguiente ya me asignaron otro colegio. Fue un año inolvidable», remató. f. e. nerja