El Festival Internacional de Benicàssim (FIB) propone a partir de hoy, en comparación con ediciones previas, un cartel de perfil medio formado por un centenar de grupos, cantantes y DJ que tratará de despejar una de las principales dudas que planea sobre este certamen: ¿Sigue siendo la música su mayor reclamo? A estas alturas, negar el aspecto lucrativo y legítimo del FIB es tan incongruente como obviar que dista cada vez más de los ideales alternativos que procuraron su nacimiento.

Actualmente, el certamen navega por una diversidad musical que bordea la indefinición, capaz de sostener en un mismo escenario a Triángulo de Amor Bizarro y a Lily Allen. Muy lejos queda ese agosto de 1995 en el que un entonces llamado Festival Independiente de Benicàssim congregó a 8.000 jóvenes cada una de sus tres noches en el velódromo municipal para oír a grupos como The Jesus and Mary Chain, Supergrass o Los Planetas.

Los indies de entonces celebraron tres días de grandes canciones en directo y precios moderados en un ambiente casi familiar que, gracias a su localización, fechas y su apuesta musical se convirtió, por méritos propios, en un referente.

Esta primera etapa, fue, tal y como la definieron los hermanos Morán-ayer recibían las llaves de la ciudad- en su carta de despedida tras quince años al frente de este tinglado, "un proyecto que comenzó como un sueño y que poco a poco se ha ido convirtiendo en un festival de referencia dentro y fuera de nuestras fronteras, superando todas nuestras expectativas".

Ésas comenzaron a dispararse en 1998, cuando el festival se mudó a un recinto mayor. Más espacio, más grupos, más gente, más actividades, más periodistas, más pases VIP, más patrocinadores, más subvenciones institucionales..., pero siempre un elemento común: el altísimo nivel musical.

Desde entonces, el FIB fue aniquilando progresivamente sus récords de asistencia gracias a la combinación de artistas emergentes y consolidados de todas las nacionalidades con estrellas del universo independiente .

Estos criterios comenzaron a difuminarse cuatro años atrás, con una dirección alentada por la afluencia masiva de fibers más proclive al aspecto lúdico.

The Prodigy, Vampire Weekend, Kasabian y Gorillaz, los principales reclamos tienen este año la responsabilidad de convencer sobre el futuro del certamen al que le pueden llegar en un futuro las músicas del mundo.