Lleva cuarenta años dedicados al cine y su filmografía cuenta con títulos tan imprescindibles como El desencanto, Las bicicletas son para el verano, Las cosas del querer y Besos para todos. Jaime Chávarri (Madrid, 1943) se considera un «director de encargo» y asegura que la industria cinematográfica de nuestro país está hoy peor que en los años cincuenta. Camarón (2005) es por el momento su último largometraje, aunque reconoce que cada vez le cuesta más aceptar un proyecto. El realizador, que imparte clases dirección cinematográfica, recibió ayer el Premio Retrospectiva que le dedica el Festival de Málaga.

Hablemos de cultura...

¿De qué? ¿He oído bien?

Sí, sí; de cultura y de actualidad...

Muy bien, adelante.

¿Se puede tirar un penalti tan mal como Sergio Ramos?

Bueno, también se ha visto un penalti terrible de Messi ultimamente. Ya no estamos como estábamos.

Pasemos a temas menos trascendentales. ¿Cómo lleva esto de la retrospectiva, que le obliga a uno a mirar irremediablemente hacia su propio pasado?

Tengo muy poca nostalgia del pasado. Y no siento que con una retrospectiva me estén diciendo que estoy acabado. Llevo treinta años dando clases: lo que haga en adelante no está en función de la profesión sino de lo que enseño sobre ella. Y no tengo la sensación de que una cosa se acabe y empiece otra porque ya daba clases cuando trabajaba plenamente.

¿Se le puede calificar como un director en extinción?

Cada generación es una generación en extinción. Y si no fuera así sería horrible. Si una generación no aportara algo distinto o no se moviera dentro de unos parámetros distintos a la anterior estaríamos aún en la edad de piedra.

¿Pero de su boca no ha salido eso de «No voy a dirigir más»?

No. Lo que pasa es que cada vez que me ofrecen algo me da más pereza. Son cuarenta años de profesión. Estás viendo que la gente joven no tiene trabajo... ¿Qué coño voy a hacer yo insistiendo para seguir? Yo he cumplido. He trabajado mucho.

¿Considera que El desencanto es la obra culmen de su filmografía? ¿El filme del que está más orgulloso?

Para mí El desencanto fue un encargo más. Pensé que no la iba a ver ni Dios. De hecho, cuando se estrenó, en dos cines pequeñitos de Madrid de esos de arte y ensayo, a la primera semana la quitaron de uno de ellos. Y a los críticos no les gustó. Es una película que posee un camino, que seguramente necesitaba al ser tan rara y marciana, y que con el tiempo se fue viendo de otra manera. Y eso es precisamente de lo que estoy más orgulloso.

¿Tenía razón el malagueño Miguel de Molina cuando reclamaba derechos de imagen sobre Las cosas del querer?

Creo que no. Conozco a periodistas que fueron a hablar con él a Buenos Aires y me dijeron que estaba encantado, porque nunca fue tan guapo como Manuel Bandera ni tuvo una pareja como Ángela Molina. De alguna manera, la película era muy apologética del personaje. Lo que había de verdad eran la paliza y el exilio, el resto era inventado.

¿Asegura que el público no sabe leer imágenes?

No es que no sepa sino que ha perdido esa capacidad. Si no hubiéramos sabido leer imágenes no contaríamos con la historia del cine que tenemos a nuestras espaldas. El problema es que la gente ha perdido la capacidad de leer imágenes igual que ha perdido la capacidad de leer libros. Ha perdido una relación con el lenguaje que transmite cosas más complejas o complicadas que lo cotidiano que ven a diario en televisión. Y eso es un problema de cultura y de educación. Y ahí vamos al quid de la cuestión. Creo que llevamos ya dos o tres generaciones de gente mal formada.

¿Pero entonces cómo se entiende que un ayuntamiento como el de Málaga destine anualmente 2 millones de euros para un festival en una ciudad donde no hay una escuela de cine?

En un industria pequeña, la capacidad de absorber profesionales es muy pequeña. Es verdad que en Málaga no hay una escuela de cine, pero también es verdad que en Madrid se están cerrando. El cine siempre ha sido una profesión elitista. Cuando Berlanga, en un momento dado, decide que en la escuela de Cine de Madrid no tenía que haber exámenes de ingreso, la escuela se hunde. Cuando llega la generación de Saura, Patino... lL gente que se presentaba a la escuela eran intelectuales; personas con una formación literaria, política... Ahora, a los que se presentan les preguntas cuál el es último libro que han leído, te miran con pasmo. Como diciendo: «¿Ah, pero tengo que leer un libro?»

Ha citado a Berlanga, que dijo que el cine es uno de los fenómenos más anodinos de nuestro tiempo...

Bueno, ya sabes cómo era Berlanga. El otro día les puse Plácido a los alumnos de la escuela y no podían cerrar la boca. Ni él era anodino, ni su cine, ni cómo trabajaba con la cámara...

Vale, puede que sea una exageración. Pero qué opina de la sentencia de Bardem, que en 1955 decía que la industria del cine español era raquítica. Sobre este aspecto parece que no ha pasado el tiempo...

Ahora está incluso peor. Yo he tenido una carrera de cuarenta años trabajando con productores que querían hacer películas y que me llamaban a mí para dirigirlas. Eso hoy en día es absolutamente impensable.

¿Nunca sintió la llamada de desarrollar un cine de autor?

Pienso que el cine más coñazo que hay es el cine de autor. Y también es el cine que mejores películas ha dado. Pero hay cien mil películas maravillosas que no son de autor y que son las que yo puedo ver más veces.