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Un talento a vigilar

Rodríguez Espinosa y el síndrome del amor

El corto del malagueño 'El amor a los 20 años' se ha paseado por medio mundo, cosechando premios y selecciones

­El realizador malagueño Javier Rodríguez Espinosa es eso que llaman un culo inquieto: ha vivido en Marruecos, Irlanda, Galicia, Madrid, Barcelona y Cuba; siempre movido por la pasión por el cine «desde pequeñito», este admirador de Roman Polanski, Agustí Villaronga o David Cronenberg, formado en la Escac (Barcelona) y la Eictv (San Antonio de los Baños, Cuba), busca facturar imágenes e historias que «transmitan emociones y contengan grandes tesis». Como lo ha logrado en El amor a los 20 años, uno de los cortometrajes de la temporada: desde su estreno, acumula casi 40 selecciones y casi diez premios en festivales de todo el mundo, desde Serbia a Estados Unidos, pasando por Uruguay o Colombia e incluyendo el honor de ser el único representante andaluz en el concurso de cortos del programa Versión Española. Y todo gracias a una historia sobre el amor y el síndrome de Down.

«Las historias de superación con personajes especiales siempre me han provocado de primeras bastante rechazo, es un tipo de cine con el que también soy prejuicioso; sobre todo, porque la mayoría de las veces la historia, los personajes y el conflicto me parecen inverosímiles, como si se acentuara continuamente la mano del guionista dirigiéndonos a su mensaje moralista. He intentado evitar esa fórmula, buscando en todo momento transmitir realidad, huyendo de la imposición de un texto o una idea preconcebida», asegura Espinosa, cuyo hermano padece el síndrome. Y destaca una particularidad de El amor a los 20 años: « En la mayoría de películas que han tratado el tema, tenemos un personaje principal, que es el eje de la historia, y que tiene discapacidad, como el personaje de Pablo Pineda en Yo, también. Además siempre encontramos un personaje protagonista, que es el que plantea el punto de vista, y que es con el que se identifica el público mayoritario ya que no tiene discapacidad. Es el caso del personaje Lola Dueñas en Yo, también o el de Marta Larralde en León y Olvido. En El amor a los 20 años, una de las cosas más significativas, es que el punto de vista es el del personaje con síndrome de Down. Sofía es tanto la protagonista como el personaje principal. Es una apuesta arriesgada, ya que es mucho más difícil para el espectador mayoritario identificarse y entrar en la historia con facilidad. Pero creo que potencia esa verosimilitud de la que hablaba antes, y transmite de forma más directa esa realidad desconocida para muchos».

Porque, ojo, la pieza es, sobre todo, una historia de amor: en El amor a los 20 años conocemos a Sofía, una chica que trabaja, sale a divertirse con sus amigos, hace teatro y va al cine; hace vida como cualquier otra veinteañera. Pero siente un vacío enorme que no puede llenar hasta que conoce a Alberto por un chat de internet. Lo dicho: una historia de amor. Como también lo fue Swingers, anterior corto de Espinosa -casi veinte selecciones y premios en Sitges y Buenos Aires-. «Hasta ahora nunca me planteé que mis anteriores trabajos pudieran formar parte de una trilogía, sobre todo por lo antagónico de su propuesta formal, pero sí que ambos comparten cierta temática sobre la búsqueda del amor influidos por mi estado de ánimo en cada momento. Cuando rodé Swingers vivía en una época frívola trastocada por la lectura de Michel Houellebecq, mientras que cuando escribí y rodé El amor a los 20 años estaba sufriendo un profundo desamor; ahora me gustaría tratar el tema amor/desamor y relaciones de pareja de otra forma y cerrar la posible trilogía». Por cierto, los trabajos del malagueño se pueden ver en su web, www.rodriguezespinosa.es.

Por supuesto, en mente está el largometraje: «Resulta paradójico que estando en el momento donde más se ha democratizado el cine, ya que cualquier persona puede acceder a una cámara y a un equipo de edicion y contar su historia con buenos resultados técnicos, es cuando más difícil está dedicarse exclusivamente a ello». Así que Javier compagina sus trabajos en la publicidad y en la docencia cinematográfica, entre otros asuntos, con la búsqueda de financiación de lo que espera que sea su primer largometraje, titulado provisionalmente La diáspora, «una historia muy personal ambientada en Málaga». «Sé que va a ir para largo, valga la redundancia», asegura. Y ésa será otra historia de otra superación.

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