A estas alturas todo el mundo conoce la importante revolución que siguió a la publicación, en 2003, del cómic de Robert Kirkman y Tony Moore. Una vez que Los Muertos Vivientes (The Walking Dead) llegaron a los quioscos, la moda por las tramas zombies comenzó a invadir el planeta al igual que los caminantes que protagonizan las impactantes viñetas de esta excelente novela gráfica. Desde aquellas magníficas películas de George A. Romero de finales de los sesenta no se recordaba una invasión de no vivos tan arrolladora como la provocada por las aventuras de la familia de Rick Grimes y el grupo de supervivientes que le acompaña.

El libro y posterior película Guerra Mundial Z; las series Dead Set, Les Revenants o Z Nation; la comedia Zombieland; los videojuegos Resident Evil (también con su versión en la gran pantalla), Dead Space, Dead Rising o el más amable Plants vs. Zombies; la multitud de eventos como Survival Zombie que se celebran en cada localidad de nuestro país, o la saga de libros del malagueño Carlos Sisí son el resultado del tremendo impacto causado por las historietas de Kirkman, que pensó que el mejor camino para afronta el género era presentar una aventura sin conclusión, en la que el espectador fuesen testigo de los continuos cambios en la vida de los pocos humanos que logran salir airosos del cataclismo zombie. Todo un fenómeno de masas que se vio igualmente impulsado por la serie de la cadena AMC y de la que se acaba de emitir la mitad de su séptima temporada.

Los que aún no sepan del origen de toda esta explosión zombie tienen en las páginas de los tomos integrales que publica Planeta Cómic, en los que se compilan las historias originales de The Walking Dead, la mejor de las opciones para sumergirse en una trama repleta de acción y espectacularidad gráfica como pocas veces vista. En los dos primeros volúmenes de esta colección, el lector podrá comprobar las razones por las que Los Muertos Vivientes se convirtió por derecho propio en uno de los cómics más vendidos de la primera década del actual siglo. Según el propio Kirkman, su idea inicial fue construir una historia que diese a conocer «cómo se enfrenta la gente a situaciones extremas y cómo esos acontecimientos cambian a la gente». De ahí de lo sorprendente de Los Muertos Vivientes, que más que regodearse en el terror de la situación pone el centro de atención en la reacción de las personas en situaciones límite. En cómo cuando el mundo pasa a estar gobernado por los muertos nos vemos obligados a vivir.

El primer tomo de Los muertos vivientes (Edición integral) contiene los 24 primeros números de este cómic que, al igual que las mejores películas de terror, se ideó en blanco y negro para reducir los costes de publicación. El sheriff adjunto Rick Grimes despierta de un largo coma para meterse en una pesadilla dantesca: no queda nadie vivo en la ciudad y los seres que caminan sin rumbo por las calles quieren atraparlo para comérselo. Rick sólo piensa en encontrar a su esposa Lori y su hijo Carl. El destino hace que dé con ellos entre un grupo de supervivientes. Desde ese momento, nunca dejará que nada les ocurra. O al menos eso intentará. Junto a Rick, el atrevido repartidor de pizzas Glenn, su compañero policía Shane, el granjero católico Hershel y su hija Maggie, Morgan y su hijo Duane, la esgrimista solitaria Michonne, Amy, Andrea, Donna, Jim, Dale, Otis, Shawn, Rachel, Tyreese..., todas las personas con las que se encuentra formarán desde el primer momento parte esencial del devenir de la trama. Porque si algo maravilloso tiene esta historia es que nadie está libre de morir en la siguiente página y que cualquiera, incluso el más inocente, puede llegar a hacer cosas inimaginables con tal de salvar el pellejo.

El segundo volumen, con las entregas de la 25 a la 48, se centra en el enfrentamiento del grupo de Rick, ahora instalado tras los muros de una cárcel abandonada, con el despiadado Gobernador de Woodbury. Los muertos pasan a un segundo plano: son los vivos lo que no se dejan vivir en paz. Como la vida misma.