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Cine

Y el terror se hizo 'mainstream'

El volumen Celuloide terrorífico (T&B Editores) repasa los principales títulos que durante los años setenta llevaron el género de terror a las grandes salas comerciales

En la actualidad existen cadenas de televisión y publicaciones dedicadas en exclusiva al cine de terror. En las universidades se enseña exploitation y los museos organizan festivales de películas bizarras de bajo presupuesto. En términos de recaudación, los vampiros y los zombies son hoy sinónimo de éxito garantizado. Incluso los asesinos en serie logran convencer a los académicos de Hollywood, que en varias ocasiones (El silencio de los corderos, No es país para viejos) les han concedido el preciado Oscar. A nadie le extraña que títulos como Crepúsculo, Dexter, True Blood o The Walking Dead arrasen entre el público.

Pero lo que hoy nos puede parecer de los más normal no lo era en los tiempos en los que comenzaba a desintegrarse el viejo sistema de producción de los grandes estudios y florecía el nuevo Hollywood. Durante los sesenta, las cintas de terror estaban relegadas a los pases de medianoche de las sesiones dobles y las salas de cine Z. Desde que Universal presentara en las pantallas en los años treinta su galería de monstruos clásicos -Drácula, Frankenstein, El hombre Lobo...-, los filmes de terror habían desaparecido por completo de los circuitos comerciales. Pero entonces llegaron cineastas como Spielberg, Coppola, Scorsese o Lucas que comenzaron a instaurar con sus películas una nueva forma de concebir el cine. Al mismo tiempo, a comienzo de los setenta, directores salidos también de la Escuela de Cine de la Universidad del Sur de California (USC), como Wes Craven, John Carpenter, Dan O' Bannon, Roman Polanski o Brian de Palma, entre otros, hicieron posible el cine de terror moderno.

Pero la industria no reparó en ellos hasta que El exorcista (1973), de William Friedkin, se alzó como la cinta más taquillera del momento. El filme, que logró el beneplácito del público y la crítica, obtuvo cuatro Globos de Oro, incluidos los de mejor película dramática, mejor dirección, y dos Oscar, a mejor guión adaptado y mejor sonido. A partir de entonces, el terror pasó a ser un producto de consumo de masas, tal y como lo conocemos hoy. El volumen Celuloide terrorífico (T&B Editores), coordinado por el crítico José de Diego, recoge la historia de una veintena de filmes que protagonizaron este singular cambio con el que el género de terror cinematográfico alcanzó los pisos más altos del mainstream. El libro, que compila textos de John Baxter, Miguel Ángel Prieto, Jason Zinoman, Robin Hardy, Donal Spoto y el propio De Diego, entre otros expertos, inicia este recorrido por la evolución de las cintas de miedo con dos filmes del maestro precursor Hitchcock: Psicosis (1960) y Los pájaros (1963). El mago del suspense supo pulsar en el espectador el placer que produce sentir escalofríos con dos cintas alejadas de mundos externos y monstruos literarios. Sus propuestas de terror cotidiano sobre un hombre, Norman Bates, atormentado a causa de una madre neurótica, y un radical y misterioso cambio en la manera de actuar de las aves con las que convivimos sirvió para que los asesinos en serie, el apocalipsis y la sangre llenaran las salas como nunca antes.

En películas posteriores, también analizadas en este libro, como Repulsión, La matanza de Texas o Tiburón, la influencia de Hitchcock puede percibirse en sus fotogramas. Blood Feast, La noche de los muertos vivientes, La semilla del diablo, La última casa a la izquierda, Carrie, La profecía, La noche de Halloween, Alien, el octavo pasajero, El resplandor, Viernes 13 o Poltergeist, son otras de las cintas que durante la década de los setenta y los primeros años ochenta revolucionaron el miedo en las pantallas hasta convertirlo en la industria del billón de dólares.

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