Historias de rockeros británicos que viven en la Costa del Sol hay muchas y variadas. Pero, desde luego, la de Gary Owens, residente en Torrox, debe de llevarse la palma. Este exmiembro de los metaleros A II Z, una nota a pie de página en la historia del heavy de las islas (llegaron a telonear a Iron Maiden y Black Sabbath y colocar algún single en las listas de ventas de su país) ha anunciado que va a demandar al Ministerio de Justicia de España por haber sido encarcelado en dos ocasiones (1991 y 2008: en total, pasó 36 meses en prisión) por un delito que no cometió, el asesinato del dueño de un club y de un estudio discográfico en Marbella, Torbjorn Heta. Tras terminar su periodo de libertad bajo fianza en 2016 y devolvérsele los 6.000 euros que pagó para poder volver a pisar la calle, ahora se le ha comunicado que no habrá juicio y que el caso quedará sin resolver. Owens, eso sí, busca ahora otro tipo de compensación: «El sistema judicial español destruyó mi vida. Durante 25 años he sido acusado de un crimen, pero sin pruebas, ni cargos concretos, arruinando mi carrera musical y mis negocios», aseguró hace unos meses a EuroWeekly News. Y cifra su demanda en unos 5 millones de euros.

El cuerpo de Heta apareció sin vida en el fondo de un pozo de Marbella en 1991. El empresario, al parecer, no se dedicaba sólo al negocio del esparcimiento nocturno y la grabación musical, y tenía contactos con narcotraficantes británicos que operaban en la Costa del Sol. Owens, entonces un músico que tocaba asiduamente en el Banana Beach Club, tenía planes de grabar su primer disco en solitario en el estudio de Heta. Ésa, asegura, era su única relación con el finado. Pero fue una de las doce personas arrestadas por la Policía. Ojo a su relato en The Olive Press: «En la cárcel me esperaban como 30 guardias civiles con metralletas. Era increíble. Me metieron en una jaula con un techo de metal y ratas correteando. Parecía más una prisión mexicana. Y estaba en la celda con un grupo de adictos a la heroína que estaban todos pinchándose». El rockero pasó dos años en la cárcel. Hubo, incluso, una fuga: «No estaba dispuesto a ser engañado por la Justicia ni a que me cargaran el mochuelo. Así que le pagué 60 libras de entonces a un gitano para que me consiguiera una sierra...». Y consiguió escapar. A los pocos días, eso sí, fue capturado: «Me esposaron a la cama durante una semana», relató.

Cuando salió, libre de cargos, en 1993, regresó a su país, donde montó un cibercafé y una editorial. Parecía que la pesadilla había terminado. Pero en 2008 recibió una orden de arresto y fue extraditado a España, directo, de nuevo, a la prisión, en la que esta vez pasaría 12 meses. Mientras tanto, los otros sospechosos llevaban mucho tiempo en libertad total: sospecha el británico que los traficantes británicos, a los que acusa directamente del asesinato de Heta, pagaron sus fianzas y cuidaron bien de ellos. Ahora asegura que lo tiene claro: si debe llegar hasta Estrasburgo para que se reconozca cómo el Estado español vulneró sus derechos humanos lo hará.