Con las localidades agotadas la segunda jornada del Festival Internacional de Música de Cámara, que dirigen Jesús Reina y Anna Nielsen, hacia parada en su segunda jornada en la danza española, su influencia y proyección dentro del repertorio reservado para la intimidad de la pequeña formación. Música inspirada en los orígenes dentro de un viaje musical que partía desde la confluencia de Bach hasta la lejana Noruega de la mano de Geirr Tveitt y paradas obligatorias en Ravel o el nacionalismo español encarnado en Albéniz.

Concierto de intenciones, giros y numerosos cambios de agrupaciones desde el cuarteto para dieciséis cuerdas, el piano a cuatro manos o el cello a solo de Alberto Martos. Precisamente Martos fue el encargado de abrir el recital con la Sarabande de la Suite nº2 de Bach. Cuando el Kantor incluye esta danza -movimiento- en sus obras para instrumento solo ya habían perdido toda su esencia originaria hasta transformarse en un tempo decidamente lento. El chelista granadino puso de relieve esta condición sobre la base de un discurso apoyado en la técnica y la expresión para resaltar todo el color anotado por Bach.

En pleno siglo veinte e inspirado en la evolución de la habanera y el tango como ejemplo de intercambio intercontinental y España en el corazón, el trío formado por Silbergerg, Katz y Dacic (violín, cello y piano respectivamente) se enfrentaron a Las cuatro estaciones porteñas de Astor Piazzolla que evocan - no sólo en el título- a Antonio Vivaldi si bien el fondo es toda una reflexión estética y sentimental del compositor argentino. Versión -que casualmente también interpreta la OFM en el penúltimo abono junto al violín de Leticia Moreno- descuadrada en el comienzo y que iría levando en su desarrollo hasta llegar al Invierno Porteño con cierto interés. La segunda parte del programa se iniciaba con el particular juego de espejos entre Ravel, Albéniz y Schchedrin planteando al oyente distintas perspectivas y confrontando las escasas diferencias entre la Habanera y el tango sin olvidar la atención con la que Jesús Reina defiende el repertorio español. El desconocido G. Tveitt fue uno de los momentos sobresalientes del concierto. Mediterráneo, extraído de El Diario de un viajero, sereno y calmo contrastaba con la intensidad y agilidad de Sevilla. Tveitt sirvió de puente a la Rapsodie espagnole de Ravel. Tras el enmarcable Prelude dibujado por Dacic y Schmitt la página raveliana iría creciendo en interés hasta la irrefrenable Feria que cerraba página y este poliédrico concierto.