Los fenicios los bautizaron como los maharium (los occidentales), los romanos contrajeron la palabra y la convirtieron en mauri. Y de mauro viene el español moro, que como explica el profesor Miguel Ángel Moreta-Lara, ha dado lugar a una veintena de palabras, entre ellas morisco, moreno, pero también moraco, moranco, moromuzo, morángano y la más ofensiva de todas: moromierda.

Miguel Ángel Moreta-Lara, hijo de militar destinado en Marruecos, pasó su infancia y adolescencia en Villa Cisneros, en el Sahara Español y además de catedrático de instituto y profesor de universidad, entre otros cargos ha sido asesor, agregado y consejero de Educación en la embajada de España en Rabat.

Residente en Málaga, mañana presenta en el Centro Andaluz de las Letras, a las 19 horas, su recuperado ensayo La imagen del moro y otros ensayos marruecos, que publica la editorial malagueña Ediciones del Genal.

«Lo que presta unidad al libro son los estereotipos sobre el moro, el tópico es una simplificación pero es poderosa porque puede repetirse, como la posverdad; lo que ocurre es que la posverdad muere en algún momento y el tópico permanece; prueba de ello es que en el libro hay artículos sobre literatura del siglo XVII donde ya están los tópicos que siguen operando todavía en el siglo XXI».

Como pone de relieve el autor en esta colección de ensayos breves, «el estereotipo es uno de las armas para luchar contra el enemigo, nacen en un enfrentamiento bélico», por eso cuando el peligro pasa o disminuye, en la Edad Media en España surge también la contrapartida: «La imagen del moro amigo, el moro caballeroso, las leyendas del enamoramiento entre moras y cristianos», explica.

Esta imagen se olvidará y volverá la negativa cuando en los siglos XVI y XVII los piratas berberiscos acosen nuestras costas, aparezca la pugna por mantener los presidios en el norte de África y se expulse a los moriscos.

Los tópicos negativos sobre el moro (sanguinario, violador, traicionero, sucio...) reaparecerán con fuerza, cuenta el profesor, con la primera Guerra de Marruecos (1859-1860) «y ya no van a parar con las sucesivas guerras en el norte de África». Guerras que para Miguel Ángel Moreta-Lara convierten Málaga en la provincia española con más relación con Marruecos: «Todo se canaliza a través de Málaga, será el puerto de salida de los soldados que van al combate y de llegada de los heridos; en Málaga es donde se apoya a las tropas y adonde van los víveres y todo el equipamiento».

La obra analiza también los feroces tópicos que merecieron los cerca de 40.000 marroquíes que lucharon al lado de los golpistas en la Guerra Civil, pero el autor también recuerda que existen tópicos sobre España y los cristianos en Marruecos, aunque mucho menos hirientes.

Para este profesor, gran conocedor de la vida en el norte de África, los estereotipos puede que desaparezcan cuando mejore sustancialmente la situación económica del Magreb, «porque desafortunadamente el tópico opera con el otro como inferior».

Y como paradoja, uno de los ensayos del libro da cuenta del viaje de una condesa francesa por la España del siglo XVII en el que advirtió costumbres marcadamente islámicas entre los españoles como que las viudas se envolvían el rostro; las mujeres se sentaban en el suelo con las piernas cruzadas y estaba muy extendido el mal de ojo.

La parte final del libro reivindica, nada menos que con 30 autores, entre novelistas, poetas y ensayistas, la desconocida literatura en español que en nuestros días se escribe en Marruecos. Para romper con los estereotipos.