Era para una clase. No es broma. Teoría de la Educación Social, del grado homónimo. Juan Carlos Aragón, autor de comparsas y chirigotas que ya han pasado a la historia del Carnaval de Cádiz, poeta, escritor y profesor de Filosofía, debía venir ayer, y de hecho vino, a impartir la conferencia «Carnaval y poesía: Nuevos retos para la educación y la transformación social». Fue en el Aula Magna de la Facultad de Derecho y, además de alumnos de esa asignatura en cuestión, había muchos aficionados a las coplas de febrero, en torno a medio millar. Nadie salió defraudado, ni quienes fueron por sumar puntos ante su profesor, Jesús Juárez, organizador del evento, ni quienes acudieron a la llamada coplera. Juan Carlos dio clases de Carnaval, el más rebelde, el más canalla, en plena Facultad de Derecho.

Empezó su conferencia guasón: «Supongo que de esta facultad saldrán los futuros jueces que exhumarán los restos de Franco de la Almudena». El auditorio estalló en risas. Todos los presentes sabían bien que quien tenían enfrente es un espíritu rebelde que ha hecho de lo canalla su santo y seña. No se pueden entender sus comparsas ni sus chirigotas si no se mira uno en esa fuente. Aunque ya es un autor laureado, sigue conservando ese espíritu indómito de sus inicios, esa frescura que le hizo arrancar tantos aplausos como silencios con algunos de sus cuplés bordes. Ahora, Juan Carlos Aragón gana, pero sigue hablando claro. Es poseedor de cuatro primeros premios de comparsas del prestigioso Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas de Cádiz: Los ángeles caídos (2002), Araka la Kana (2007), Los millonarios (2014) y Los mafiosos (2018), además de haber logrado también el primer premio en chirigotas con aquella agrupación inmortal que fue Los yesterday, cuyas coplas se cantan en todas las barbacoas y moragas de Andalucía.

Aragón habló de sus obsesiones y cantó coplas de Las ruinas romanas de Cádiz, La banda del Capitán Veneno, Araka la Kana, Los peregrinos, Los millonarios, Los ladrones y Los yesterday. Repasó, mientras acariciaba su guitarra, todo su universo temático, cuyo primer hito es cantarle al pueblo, pues lo social es el sello inconfundible de Aragón. «El carnaval encuentra su dimensión más pura en el canto a la gente», dijo, es decir, cantarle al pueblo, y el concurso de coplas y las propias fiestas de Don Carnal son «un gran altavoz», aunque hay quienes prefieren no usarlo. No es su caso, desde luego, «no merece la pena renunciar a ello ni por un premio ni por una amistad ni por un contrato». Cantar por derecho, sin miedo a perder para ganarlo todo. Aunque en los años de «falsa bonanza» sí notó desinterés por estas letras. Y dio palos, cómo no, y habló claro: «Hoy hay otro gran altavoz que sigue mirando para otro lado, el mundo de la canción pop o lo que sea». Y es que, según explicó, «no es elegante ni humanitario» que mientras el pueblo lo pasa mal los artistas se suban al escenario y no denuncien lo que está ocurriendo, cuando todos los sectores culturales hicieron guiños a quienes lo pasaron mal. Y cantó el famoso pasodoble de Los millonarios que tanto enfadó a Alejandro Sanz y a otros artistas. «Pablo, Alejandro, David, que vuestro silencio es cómplice de la miseria, a ver si os mojáis...».

Aragón se quejó de que muchas veces «tiras para adelante y la gente se queda mirando a ver si te pasa algo. ¿Tiene sentido? Y al final yo tengo otra vez el repertorio lleno de pólvora», reflexionó, para cantar un pasodoble de Araka la kana en el que denuncia: «He visto tanto dolor, que ya no cabe el perdón ni cínicos arrepentimientos». Se define como pesimista antropológico, y de esa concepción del hombre surgen buena parte de sus pasodobles y composiciones, como también le ha cantado al amor, a una musa ideal (y aquí cantó el pasadoble dedicado a la mujer de Los yesterday «yo prefiero seguir buscando, los secretos y los encantos, de una dama golfa y valiente»); o a la tierra, a Cádiz entendida como patria acogedora, «la que siempre resucita, por más veces que se muera»; o al patriotismo rancio, del que él tantas veces ha renegado (cantó el pasodoble de La banda del Capitán Veneno que ridiculiza la letra del Himno de España); o a las diferencias Norte-Sur. Así, interpretó el pasodoble de Las ruinas romanas de Cádiz que habla precisamente de eso, una letra dirigida a los problemas entre los dos hemisferios del mundo tan distantes económica y sociológicamente, pero que a él le granjeó problemas porque muchos pensaron que hablaba de los españoles del norte. Y claro, eso «no es políticamente correcto».

Aragón contó anécdotas, estuvo ocurrente, criticó que en el «Carnaval de Cádiz no se le plantó cara» al régimen de Franco, algo que él dijo entender, pero está «en el debe», habló de las letras que hablan de carnaval, lo que se ha dado en llamar metacarnaval, y, sobre todo, demostró que no hay barreras que separen las maneras de entender el arte carnavalero en Málaga y en Cádiz, pues entre el público había una buena representación de ilustres copleros malagueños. Estaba, por ejemplo, David Santiago, amigo personal de Aragón; también estaba Miguel Ángel Merchán, pregonero de 2019, y varios componentes de agrupaciones punteras de la fiesta. Aragón no habría venido, cierto es, sin el apoyo de la Fundación Ciudadana del Carnaval de Málaga.

Tras una hora larga de coplas y anécdotas del también poeta, escritor y profesor de Filosofía, llegó el tiempo de los talentos locales. Pilar Suárez interpretó el pasodoble dedicado a la guitarra de Los parias, muy aplaudido por el propio Juan Carlos y Ángela González cantó, con su bello estilo, la cuarteta de una de las comparsas de Dede Cortés, para cerrar el acto varios copleros malagueños de renombre con un pasodoble de La comparsa del futuro y otro de David Santiago, entre otros.