Nadie puede acusar de conformismo y de estancamiento al guitarrista Daniel Casares (Málaga, 1980). Logró el Premio Nacional de Guitarra Bordón Minero a los sólo 16 años (el ganador más joven en la historia de los importantes reconocimientos), ha tocado para divas como Cecilia Bartoli, cantaores como Juanito Valderrama y le ha escuchado en directo Barack Obama. ¿Cuántos pueden presumir de un currículum así? El primer paso para sumar logros de este tipo es ser ser alérgico a lo acomodaticio y seguir sumando retos: si su anterior disco fue Picassares, un acercamiento a la figura del pintor de la Plaza de la Merced para el que contó con las colaboraciones de luminarias como Dulce Pontes y Miguel Poveda, entre otros, ahora se ha atrevido con uno de los ochomiles de la guitarra española: el Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo, quizás la partitura para seis cuerdas más populares y reverenciadas de la historia. Y lo ha hecho en un disco exquisito, que, de nuevo, como Picassares, tiene mucho sabor malaguita: ha sido grabado con la Orquesta Filarmónica de Málaga, bajo la dirección de Arturo Díez Boscovich, una batuta de aquí que se atreve con todo lo que se le ponga por delante (musicales, ópera, música contemporánea).

Casares celebra los 80 años de la creación del Concierto de Aranjuez y propone una versión más flamenca que nunca, más jonda quizás que la canónica hasta ahora (la que el grandísimo Paco de Lucía publicó en 1991 con, curiosamente, otro maestro que dirigió tiempo después a nuestra Filarmónica: Edmon Colomer).

«El maestro Rodrigo hizo una obra maravillosa, una composición maravillosa y como guitarrista yo creo que es imprescindible pasar por ahí. Mi estilo es el flamenco, pero yo creo que como guitarrista es fundamental alguna vez en tu vida tocar el Concierto de Aranjuez», sostuvo en una reciente entrevista Casares.

El disco es la cristalización de un sueño casi obsesivo con el que Daniel lleva conviviendo más de tres años: desde 2015, y siempre con la OFM, ha paseado su versión del Concierto de Aranjuez por diferentes escenarios del mundo. Y sin aburrirse: «Me aporta, me está aportando y me seguirá aportando porque es una obra muy completa en todos los sentidos. A nivel técnico te pone las manos muy fuertes, es como si llevaras las manos al gimnasio. A nivel compositivo, armónico, también me influye. Cuando yo he estudiado y he analizado la obra para poder tocarla y ves sus rincones, ahí te das cuenta de muchas cosas», aseveró Casares a El Periódico.