"Cuando un artista se encuentra a sí misma está perdido. El hecho de haber triunfado en no encontrarme jamás es mi único logro duradero", cuentan que dijo una vez Max Ernst. Por eso resulta tan interesante una exposición aparentemente pequeña y modesta como la que ocupa la Sala Noble del Museo Carmen Thyssen: las 34 fototipias que componen 'Historia Natural' nos muestran a un artista en pleno proceso «azaroso y automático», en completa obsesión por una búsqueda apasionada sin destino concreto.

Las obras que integran la temporal de la pinacoteca (en cartel hasta el próximo 13 de octubre) fueron en realidad soñadas por Ernst durante un largo día lluvioso en una habitación de hotel en Pornic, cerca de Nantes: observando las vetas de la madera en el suelo, el artista, quizás movido por el aburrimiento, colocó unas hojas de papel y empezó a frotarlas con un lápiz grueso (lo que en el arte se conoce como frottage); llegó la epifanía: «Mis ojos vieron entonces cabezas humanas, animales diversos, rocas, el mar y la noche, terremotos, la esfinge en su cuadra, unas mesitas en torno a la tierra, la paleta de César, falsas posiciones, un chal con flores de escarcha, las pampas», escribió Max Ernst.

El insigne surrealista y dadaísta se dedicó entonces a tratar de recrear sus visiones, dando lugar a más de trescientos dibujos repletos de animales fantasmales y volúmenes entreverados, imágenes propias de una duermevela bizarra y extrañada, imaginaciones y enigmas entre lo mineral, lo vegetal y lo animal. Ernst encontró «un universo fabuloso que se desvelaba ante sus ojos de manera fortuita y que compendió en su Historia natural», resumió la directora artística del Museo Carmen Thyssen, Lourdes Moreno.

Las ilustraciones fruto de la profundización en el frottage (una suerte de equivalente plástico de la escritura automática de Breton) se expusieron con un notable éxito, y la joven galerista Jeanne Bucher editó en 1926 la carpeta 'Historia Natural', una especie de greatest hits de aquella serie de trabajos del alemán. Se lanzó una tirada de 306 ejemplares, uno de los cuales, precisamente el número 3, es el corazón de la muestra homónima de la rama malagueña del Thyssen (gracias al préstamo de la Colección José María Jiménez-Alfaro y la colaboración de la Fundación Juan March). La prueba de que de una habitación de hotel, de cuatro paredes, puede salir un universo entero.