Bruce Nauman: Estancias, cuerpos, palabras

Bruce Nauman: Estancias, cuerpos, palabrasMuseo Picasso MálagaComisariada por Eugen Blume y José Lebrero Stalshasta el 1 de septiembre

Cuando hablamos de Bruce Nauman lo hacemos sabiendo que hablamos de uno de los artistas que suponen un punto de ruptura con el arte más académico; admirador del propio Pablo Picasso, como él mismo dice en una de las múltiples entrevistas que concedió, Nauman es un artista que se alejó de los soportes más decimonónicos para explorar sus inquietudes dentro de una especie de anticanon, más cercano al arte procesual y conceptual surgido a finales de los 60, denominado por Rosalind Krauss como postmedia. Dentro de este término tenían cabida aquellos y aquellas artistas que comenzaron a explorar las posibilidades del arte desde una especie de cuestionamiento interno en una época convulsa, de luchas sociales en todo el mundo, que desembocó, por ejemplo, en el Mayo francés del 68, las protestas del movimiento feminista en Estados Unidos, a favor de los derechos humanos o en contra de la guerra de Vietnam. Fueron años de experimentación social, de abuso de drogas, de amor libre, años donde una nueva generación de jóvenes disconformes con la modernidad heredada de sus padres provocarían una crisis en la misma fruto de su rebeldía; punto de eclosión del movimiento hippie ejemplificado en la película Easy Rider, del hacer el amor y no la guerra y de un profundo cuestionamiento de las estructuras de poder y de aquellas que conformaban el propio arte, esta generación sentía que había que desmontar este tinglado de alguna manera.

En el arte pasaba lo mismo, se venía de un canon que primaba lo formal por encima de todo; heredero de los planteamientos de críticos como Clement Greenberg, la modernidad convirtió el medio artístico en signo de pureza que había que respetar por encima de todo. Es la época del expresionismo abstracto en pintura, con autores como Jackson Pollock o Willem de Kooning que poco a poco fueron dejando sitio a un naciente interés por los medios publicitarios que desembocaría en un estilo figurativo conocido como el Pop. No obstante, a pesar de ser algo más canalla, este último estilo no sería capaz de quitarse de encima la vena purista, aunque si empatizase de mayor grado con la sociedad del espectáculo de consumo masivo bautizada por Guy Debord, estrechando los lazos entre la alta cultura y la baja cultura. Algo se resquebrajaba ya en eso que había sido llamado como Gran Arte con mayúsculas, dotado de un aura cuasi espiritual que era sustituido por copias de imágenes que aparecían por doquier en los medios de producción de masas donde cualquier cosa podía ser arte.

Pequeño taller

Es en este contexto, esbozado velozmente, que Bruce Nauman a finales de los 60, y tras acabar sus estudios universitarios en Bellas Artes, se haría con un pequeño taller en Los Ángeles y comenzaría con sus primeros vídeos caseros que pueden verse en esta exposición. En ellos no vemos atisbo de pintura por ningún sitio, ni siquiera materiales que puedan relacionar lo que hay detrás de la pantalla con otros medios artísticos, sino que lo que vemos en esa estancia en blanco y negro y con grano duro es tan solo su presencia, el cuerpo del artista, que en las sucesivas pantallas realiza ejercicios y movimientos repetitivos, como si de un esquizofrénico se tratara. Es un Nauman primitivo, que casi sin medios empieza a trabajar procesualmente una de las máximas de su trabajo: «Si soy un artista, entonces todo lo que hago es arte». Esto llevado al extremo le permite desligarse de la tradición de lo que ya mencionamos como gran arte y comenzar a explorar, haciendo uso de distintos soportes y con referentes como Samuel Beckett o John Cage, las posibilidades existentes en el propio cuestionamiento de la práctica artística. Si el gran arte se basaba en la experiencia de lo extraordinario que ensalzaba la técnica por encima de todo y colocaba al artista a la altura de un genio, lo que vamos a encontrar ahora es un tipo de práctica que va a disolver al objeto artístico en idea sobre qué es el arte y al genio hacedor en una especie de lunático que piensa. Así, las cosas que van a ir apareciendo en el arte van a tender paradójicamente hacia una desmaterialización del objeto o en objetos informes desparramados en las salas, ya sean sonoros, visuales o táctiles, como las instalaciones con neones o los juegos de lenguaje que emprende el artista.

Pero de lo que se trata realmente es de entender la vigencia de su obra. Hecho que podemos apreciar cuando nos convertimos al mismo tiempo en vigilante y vigilado en su obra Corridor Installation, de 1970, que se puede traducir como una especie de panóptico de bricolaje que ahonda en la problemática de la privacidad y la vigilancia a la que estamos sometidos y que podemos extrapolar en el uso que damos a las redes sociales hoy día. Nuestra época ya ha sido denominada de muchas maneras siendo muy acertada la idea de aceleración. Una época donde la propia imagen se ha convertido viral y es compartida a lo ancho y largo del globo sin recaer en los posibles peligros que ello pueda ocasionar. Estaríamos de lleno en esa noción de simulacro mencionada por Baudrillard, donde lo vivido se traduce en la descarga de adrenalina que produce un like como catarsis espectacularizante que desemboca en un presenteísmo constante. Contra esto podemos apreciar el ritmo lento, monótono y fatigoso de la producción de Nauman, que en piezas realizadas en otro contexto temporal ya trataba de ejercer esa resistencia a los propios medios de difusión contemporáneos entendiendo que la especificidad de la televisión encajaba perfectamente con la idea esbozada por Jameson de flujo total. Frente a este flujo de imágenes constantes y de clips fragmentarios encontramos en Nauman una cierta idea de sosiego y cotidianidad en un tipo que reduce drásticamente su producción bien entrados los 90 y se va a su rancho de Nuevo México a criar caballos, toda una declaración de intenciones.