La pantalla del móvil se ilumina y un mensaje de Ana asoma en la ventana de Whatsapp: «Ahora estoy haciendo de comer, hablamos luego a la tarde». A sus 91 años, Ana se desenvuelve a la perfección con las redes sociales y asegura que nunca se hubiese imaginado protagonizando un libro. Con tan solo nueve años tuvo que abandonar su Málaga natal por los continuos bombardeos franquistas que azotaban la ciudad. Hoy, quiere que todo el mundo conozca la historia.

¿Guarda algún recuerdo de su infancia en la ciudad?

Guardo buenos recuerdos, vivíamos muy bien. Mi padre tenía dos barcos, se dedicaba al mundo de la pesca, nunca nos faltaba comida. Vivíamos en la calle Maestranza, la playa estaba muy cerca. Era una zona muy buena para vivir. Hace poco estuve en la calle en la que nací y la fachada sigue estando, aunque ya no es como antes, que era un patio de vecinos famoso en toda La Malagueta.

¿Cómo vive una niña de nueva años la desbandá?

Salimos de Málaga justo el día de mi cumpleaños, la ciudad estaba muy asediada. Mi padre nos llevó a Colmenar, porque ahí estábamos más resguardados de las bombas. Desde allí emprendimos el camino hacia Almería. Veías a niños llorando,a personas mayores en burro porque no podían andar... Son imágenes que no se olvidan. En el camino poco resguardo tenías, el monte a un lado y un precipicio que daba al mar al otro. Los aviones ametrallando y enfrente los barcos de guerra tirando cañonazos mientras la gente corría asustada.

Pero llegaron a Almería.

Sí. Y por suerte mi familia era de allí. Nos quedamos en casa de mi abuela, no estuvimos como otras personas que no tenían a nadie y tenían que esperar en la calle a que les buscaran un sitio dónde resguardarse. Allí estuvimos algo más de un mes, después nos fuimos a Orán en una traíña. Al poco tiempo nos trasladamos a Barcelona, que estaba igual, no paraban de bombardearla continuamente. Estuvimos pocos meses, después nos mudamos a Valencia y allí sí estuvimos más tiempo y pudimos ir a la escuela. Mi colegio tenía refugio y la maestra nos metía a todos dentro cada vez que tocaban la sirena. Ese verano mi padre nos llevó a un pueblo cercano a Valencia y allí sí estuvimos más tranquilos, aunque veías los aviones pasar. Mi padre nos contaba que las bombas caían justo al lado de donde él estaba pescando. Él fue el que más lo sufrió, una es pequeña y se asusta pero no ve el peligro como un adulto.

¿Cómo marca toda esta travesía su infancia?

Fue una época en la que disfruté muy poco. Siempre íbamos corriendo de un lado a otro porque había bombardeos por todas partes. Lo pasamos muy mal, en ese tiempo no teníamos ni una navidad ni un cumpleaños. Con once años nos volvimos a trasladar a Almería y allí nos quedamos hasta que acabó la guerra. Pero si la guerra fue mala, la posguerra fue fatal. Comíamos porque teníamos a mi padre que pescaba pero fue una época de mucho racionamiento y mucha miseria. Hubo quién se hizo rico con la guerra y hubo quién lo perdió todo. A nosotros nos marcó bastante.

¿Alguna vez se planteó reflejar sus vivencias en un libro?

En la vida lo hubiese pensado. Conocí a Fran porque trabajaba con mi sobrino en un instituto de Almería. Hizo unos encuentros sobre la Guerra Civil española y preguntó si tenía algún familiar que la hubiese vivido. Le dio mi número de teléfono y de ahí surgió una amistad en 2015. Empezamos a hablar y me dijo que iba a escribir un libro de mis memorias.

¿Y qué repercusión espera ahora de este libro?

Si no hubiésemos estado 40 años sin poder hablar, quizás ahora no estaríamos hablando de esto. La gente tiene que saber lo que pasó, tanto que hablan del de Guernica, el de Málaga fue mucho peor. Tantísima gente huyendo... Eso la juventud no lo sabe. Espero que sea un legado para las generaciones futuras.

¿Qué siente a escasas horas de que se presente?

Me alegro muchísimo, porque la historia no se debe olvidar. Eso pasó y se tiene que saber. La juventud tiene que saber lo que pasó en aquella época para no volver a caer otra vez en lo mismo. Algunas veces pienso que la cosa se está poniendo rebelde otra vez y no puede repetirse. Fue muy duro.