P ¿Qué aspectos artísticos destaca de la OFM?

R Actualmente se habla mucho de que con la globalización ha provocado que se hayan uniformado mucho las orquestas internacionales y que el sonido que antes era característico de una u otra orquesta según la nacionalidad y las escuelas se haya diluido. No estoy de acuerdo. Cuando he dirigido en Rusia, Finlandia, en Alemania o en Latinoamérica, con un montón de instrumentistas venezolanos, cubanos, colombianos, se oído sonidos muy particulares y yo todavía hoy identifico claramente esas escuelas y orquestas. En el caso de la OFM en ocasiones percibo colores centroeuropeos que identifico en la figura de Andrea Sestakova. No obstante, también aflora ese sonido hispano del viento valenciano y su brillo. Noto la incorporación de los jóvenes instrumentistas andaluces. Pero la gran cualidad del conjunto es su versatilidad: es capaz de cambiar de ese registro centroeuropeo para mirar hacia el Mediterráneo. Esta ductilidad es quizás lo más atractivo de la OFM.

P Maestro, si la temporada pasada la OFM rozaba los novecientos abonados en ésta preocupa más confiar en las medidas de seguridad del Teatro Cervantes y del resto de escenarios de la orquesta, y que no sigan reduciéndose los aforos. Contando con la ansiada normalidad, ¿cómo piensa hacer más social a la orquesta?

R Es muy sencillo. Creo profundamente en el valor social de la orquesta y su capacidad de alcance a toda la ciudadanía. Tenemos que ir a hospitales, residencias, centros psiquiátricos, a la prisión€ Nos debemos a la sociedad, somos empleados públicos. Los conciertos más emocionantes en lo personal que he dirigido han sido precisamente éstos.

P Sigue sobre la mesa el Auditorio que nuevamente se aleja en el horizonte o, al menos, lo parece. ¿Conoce el proyecto de Soriano y Benedicto?

R Sí, y tengo claro que es una prioridad. Las circunstancias actuales no deben constituir un nuevo freno sino todo lo contrario, deben ser un revulsivo. Me sorprendió gratamente en el primer encuentro con el alcalde la pasión con la que defendía el Auditorio y sus ganas por desatascar el proyecto. La OFM y la sociedad malagueña tiene un aliado, un luchador nato para intentar llevar a cabo este sueño. Porque es inexplicable que una ciudad como Málaga no cuente con este equipamiento estratégico.

P ¿En qué punto ubica su idea de la música? ¿Tal vez cercana a las letras o quizás a la filosofía como transmisora de ideales como defendía E.T.A. Hoffmann?

R Me inclino por la segunda perspectiva. El inicio de mi carrera profesional está más ligado a ese primer ámbito, más cercano a las letras, pero con la llegada de la madurez, y en eso ha jugado un papel determinante la filosofía oriental, especialmente la figura de Lao-Tse y su Tao Te King, pesan más los pensamientos e ideas en la música que son las que intento trasladar al público finalmente.

P Diseñar y desplegar su primera temporada en plena pandemia no ha debido de ser fácil...

R Ha sido tremendamente complejo. Mi nombramiento llega en diciembre, muy justos para poder pulir la idea inicial aunque el gran acierto de la OFM es que programa con bastante antelación. El esquema ya estaba, restaba darle forma pero entonces se impuso el Coronavirus; en realidad, hemos realizado varias adaptaciones en función de la evolución de la pandemia. Por ejemplo, íbamos a comenzar con la Quinta de Mahler pero la situación lo hizo inviable. Hasta que no fuimos viendo algo de luz no hemos podido dar la forma definitiva a la programación, con la normativa estatal y el metro en la mano.

P ¿Cómo definiría su estilo de dirección? Su aprendizaje en San Petersburgo y las lecciones del maestro Pedro Valencia son clave.

R La pedagogía rusa fue extraordinaria pero sentí que algo faltaba en el puzzle formativo, algo que llegó de la mano de Pedro Valencia y la profundidad que aporta el Taichi Sikkhun. Hay dos dimensiones en mi dirección: una es la externa, centrada en la gestualidad para refinarla y otra interior, proveniente de la escuela Hun Yuan. Creo que todo esto viene de tiempos de Herbert von Karajan y su capacidad de concentración en la música, pero también especialmente de otro grande, Sergiu Celibidache. Veo a muchos directores cuya técnica es muy muscular, pero en el concepto que yo practico el movimiento no se genera sino que es una cuestión más interna y profunda.

P ¿Qué destacaría de las batutas invitadas a esta temporada?

R Quiero destacar a Anna Rakitina. Llevo años viendo perplejo fotografías de orquestas con plantillas exclusivamente masculinas. Hace años asistí como oyente a un concurso de dirección y vi cómo una extraordinaria directora rumana era menospreciada por ser poco agraciada frente a otra batuta italiana de enorme mediocridad artística pero exuberante. Ninguna de las dos llegó a la final, ganó un chico. Este tipo de situaciones continúan produciéndose. Rakitina, desde mi punto de vista, es una directora con un horizonte amplísimo y puede aportar mucho a la OFM.

P ¿Y del plantel de solistas?

R Si siguiéramos el discurso anterior tenemos el ejemplo de Sabine Meyer, una de las primeras mujeres de la Filarmónica de Berlín. Estoy entusiasmado con poder trabajar con ella. También con el gran pianista andaluz Juan Pérez Floristán, con el que abrimos la temporada. Y vamos a tener también un despliegue de cantantes importante.

P ¿Un deseo para esta nueva singladura con la OFM?

R Vengo con ganas de entregarme en cuerpo y alma al proyecto, con la ilusión y el anhelo de lograr que la orquesta crezca artísticamente aún más y convertirla en una de las referencias absolutas del país, convertirla en un emblema para los malagueños y en un instrumento de continua emoción para los aficionados. Deseo lograr que la OFM llegue al mayor número de público posible con la esperanza de poder compartir valores, ideas y belleza entre la ciudadanía.