Usted sitúa los cuentos de 'Las Voladoras' en un territorio mítico existente, pero es la mirada de sus personajes la que lo convierte en mítico, su propia mirada como escritora. ¿Cómo se explica hoy la narradora a través de ese territorio?

Yo creo que quizás tenga que ver con mi propia poética, mi forma de enfrentar la escritura. Yo encuentro que la escritura es como que habita en esos territorios míticos, simbólicos, en esas zonas donde lo misterioso se cuela, o donde lo misterioso incluso tiene una centralidad y en donde somos capaces de construir historias para tratar de explicar lo inexplicable, pero también para tratar de darle sentido a lo que no tiene sentido, como por ejemplo los grandes terrores humanos, la violencia, el horror, todo eso ocurre en el territorio de los mitos.

¿Qué es el gótico andino?

Es un acercamiento al miedo, al horror y a la violencia desde el paisaje andino. Desde lo que eso implica. Implica la importancia mítica de los volcanes, de los páramos, de los valles, de los cóndores, pero también implica todo un misticismo, una cosmovisión, un entendimiento de lo mágico y de lo ritual a través de esos paisajes que generan esa narrativa, esa forma de construir el mundo, esos relatos orales.

Al final el terror a lo sobrenatural y a lo natural es una forma que tenemos los humanos de relacionarnos con la realidad. ¿Abrazar el horror nos hace más humanos?

Abrazar el horror lo que hace es que conozcamos qué es lo humano, ¿no? Que lo conozcamos de verdad, como una especie de vinculación con lo animal, con esas cosas que queremos negar que son parte de lo humano, como lo animal por ejemplo, que somos mamíferos, y que somos violentos, también, y que tenemos deseos, que a veces son destructivos. Todo este tipo de cosas. Entiendo que abrazar el horror puede ser la posibilidad de conocernos más a fondo y, sobre todo, a través de ese conocimiento, la posibilidad de ser menos crueles.

En algunos de sus cuentos es una niña la que mira, la que narra, la que observa. Parece que los ojos de esa niña son lo único limpio que tenemos en el mundo, lo que no deja de ser una forma de esperanza, en cierta manera, dentro de la temática de sus cuentos. ¿Qué motiva la elección de ese personaje infantil y qué tiene de poderoso o qué aporta al cuento esa mirada?

Aporta primero la posibilidad de que el cuento sea contado por una voz de alguien que está descubriendo el mundo, de alguien que está relacionándose con el mundo, desde un punto fresco y también desde el punto de alguien que se vez tal vez sobrecogido por la cantidad de estímulos y también por la hostilidad del mundo. Entonces al verse sobrecogido por todo esto, un personaje que trata, que está ensayando describir la realidad y no tiene todavía palabras para hacerlo, está aprendiendo, a jugar con el lenguaje para poder contar las cosas de su mundo y creo que eso da pie a un ejercicio literario muy interesante, muy potente.

Ha dicho el crítico y escritor Antonio Báez que en sus cuentos se refleja la fascinación morbosa que tenemos los humanos hacia la mutilación. ¿Qué le parece esa reflexión?

Yo creo que general todos tenemos esta atracción hacia lo que nos da miedo, es decir, hay una atracción hacia lo mismo que nos repele, lo mismo que nos repugna. Todos nos hemos visto en algún momento mirando con horror y espanto algo, sin embargo siendo incapaces de voltear la mirada. Hay una atracción y una fascinación en el miedo. Y eso tiene que ver quizás con que en el miedo hay un carácter especular, es decir, uno en el miedo se ve a sí mismo, de un modo en el que no te ves en otros lugares. Es como si estuvieras ante un espejo que de repente te muestra una parte de ti que no estás acostumbrado a ver y por eso te quedas fascinado en ello. Y creo que por eso tiene que ver con un espacio de identificación dislocado de ti mismo.

Acaricia usted el incesto y el terror que suele causar. Dice usted en alguna entrevista que ya ha tratado el tema en algunas ocasiones. ¿A qué tememos?

El incesto es uno de los grandes tabúes. Está comprendido en el tabú más grande que es el sexo, es la sexualidad. Dentro del tema del sexo, hay muchas cosas que turban a nuestras sociedades, pero muchos aspectos, y eso tiene que ver con que el sexo es el espacio donde nosotros demostramos o nos damos cuenta, cuando estamos sumergidos en él, que somos animales. Es decir, que es cuando más animales se nos ve y más animales somos. Podemos realmente ver la esencia de nuestra condición. Hay allí algo que turba, nos inquieta, y el incesto es solamente una de las tantas vetas, digamos, pues a mí me interesaba trabajarlo en 'Las voladoras', especialmente, aunque lo he trabajado en otros de mis libros, pero me interesaba trabajarlo en 'Las voladoras' especialmente porque es uno de los rasgos claves del gótico andino. El gótico andino tiene además muchas narraciones orales y muchos monstruos imaginarios que castigan el incesto. Hay un horror que también es contextual en el territorio de los Andes con respecto al incesto por esto de que fueron colonias y durante mucho tiempo el mestizaje implicaba también muchos hijos bastardos. Entonces hay esta idea de que uno puede acostarse con alguien y no saber que fuera tu hermano. Es como un terror fundacional de las repúblicas latinoamericanas que persiste.

¿Puede haber belleza en lo más abyecto de la condición humana?

Yo creo que la belleza genera horror y el horror genera también belleza. Es decir, esos dos conceptos, belleza y horror, en realidad confluyen en otra palabra, que es lo sublime, la experiencia de lo sublime, que es estar ante algo tan bello que produce horror. La perfección produce horror. En todas las religiones hay un momento en donde alguien trata de ver a Dios y de repente siente pavor porque se da cuenta de que no va a poder ver a Dios sin salir dañado, es decir lo perfecto no se puede ver porque daña. Entonces si pensamos en Moisés o en tantas cosas de la religión cristiana vamos a entenderlo, que lo perfecto no se puede ver, no se puede avistar, entonces sí que hay una vinculación entre la belleza y el horror que yo trato de trabajar en mi literatura, porque me parece que van ligadas, y me parece natural que vayan ligadas, además.

Habla usted de la montaña, del volcán, esa atmósfera asfixiante, ese extrañamiento de una realidad que ya suele ser complicada. Dice en algunas entrevistas cómo trabaja esa atmósfera. Y me llama la atención aquello del vuelo imponente del cóndor, un ave carroñera que encierra en su interior luz y tinieblas.¿Por qué se acerca usted a la figura del cóndor?

Bueno, es muy curioso que sea un ave que sea emblema para casi todos los países andinos. Por ejemplo, en el escudo de Ecuador aparece un cóndor. Y me parece curioso que un ave carroñera sea como emblemática para todos estos países. Luego, si indagamos e investigamos por qué el cóndor se convierte en un ave mítica, un ave que se alimenta de la muerte, de lo que se pudre, pues tiene que ver en realidad con las mitologías incaicas. En la mitología incaica el cóndor era como nuestro Ave Fénix, representaba un ave que era capaz de sacar el sol y luego ocultarlo detrás de las montañas, pero luego también el único ave que era capaz de decidir cuándo quería morir y se podía por lo tanto suicidar, que era algo que los animales no pueden hacer a priori. Pero esta idea de que el cóndor cuando ya notaba que era el final de su vida se lanzaba desde una montaña alta hacia los roquedales, y la idea de que si ves un cóndor hay un presagio, y eso tiene que ver con la ornitomancia. Todo esto viene de la mitología incaica, pero la gente lo bebe hasta el día de hoy. Es decir, lo ancestral es también tiempo futuro. Presente y futuro, porque continúa anidando en nuestra actualidad. Yo veo que eso ocurre con el cóndor. Es muy curioso, es un ave que se alimenta de carroña, de la muerte, ¿quién querría verse reflejado en un ave que se alimenta de la muerte?

¿Se ha documentado mucho? Porque si no lo parece. Se nota en el fondo de sus cuentos la oralidad, las leyendas que lo sustentan...

Hice un trabajo de investigación, pero no muy exhaustivo, pero lo hice y luego también me basé en la propia relación que yo he tenido en Ecuador con los Andes. Pese a que yo no soy una habitante de los Andes, yo pertenezco más bien a la región costera de Ecuador. Ecuador está atravesado por la cordillera de los Andes y es un país chiquito, todo termina siendo importante para todos. Y de alguna manera yo he crecido con esas narrativas orales también. Algunas cosas he tenido que echar memoria o recordar o revisitar de mi propia experiencia personal y luego otras cosas he tenido que investigar, indagar, y para eso ha sido fundamental las tesis doctorales que se han hecho sobre culturas o agrupaciones indígenas, leyendas orales, me han servido un montón.

Me ha llamado mucho la atención la excitación sexual que crean en el padre las voladoras y el terror que, a su vez, generan en la madre. Es una figura muy ambivalente...

Sí, de hecho, me gustó mucho descubrir ese relato oral de las voladoras en las que se inspira el cuento. El cuento no es fiel al relato oral, el relato oral lo único que dice es que hay mujeres en el pueblo mira de Ecuador que por la noche entran en una especie de trance, se suben a los tejados de sus casas, se untan las axilas con miel, abren los brazos y vuelan. Lo inquietante de ese relato oral es que cualquier mujer podría ser una voladora, podría serlo tu madre, tu mujer o tu hija, tu prima. Y ellas tampoco saberlo porque es algo que ocurre por la noche y parece ser que las voladoras, cuando ya se despiertan, no recuerdan nada. Entonces, es como un relato oral que me pareció súper poderoso y decidí a partir de eso crear un cuento, algo totalmente distinto en donde ficciono en torno a las voladoras casi como un elemento metafórico del deseo y de lo que provoca en una familia cuando el deseo irrumpe, las cosas que puede convocar: miedo, rechazo, lujuria, de todo.