Savall clausura Aeternum

Reseña del concierto del músico catalán en el Teatro Cervantes

Savall, en el recital del Cervantes

Savall, en el recital del Cervantes / Daniel Pérez/Teatro Cervantes

Alejandro Fernández

Jordi Savall y Hespèrion XXI

Programa: páginas para viola del Renacimiento y del Barroco temprano.

Lugar: Teatro Cervantes

El cierre de la primera edición del Ciclo Aeternum que ha acogido el Teatro Cervantes de Málaga con el apoyo de la Fundación La Caixa estuvo marcado por la esperada visita del violagambista, director de orquesta y musicólogo Jordi Savall. Al catalán, por su figura y altura como intérprete, se debe el mérito de buena parte de la recuperación del repertorio hispánico antiguo y que centra su carrera artística y profesional. Como no podía ser de otro modo, el teatro azul colgó para la ocasión el cartel de 'no hay billetes', lo que prueba que es posible ofrecer perspectivas paralelas a las tradiciones, ya que hay un público que las consume y las sigue. Ahora será incómodo conformarse con el tradicional abono de Semana Santa de la primera orquesta.

En la breve reseña anotada por el propio Savall para seguir este interesante repertorio, alude a los compositores que se asomaron a este concierto, como músicos-poetas en el intento de destacar el papel de la música como vehículo de ideas y cualidades superiores por encima del fin o la circunstancia que propiciaron su redacción. Y es en este punto donde reside parte del éxito del programa presentado para este último recital de clausura a pesar de que sean páginas en ocasiones para acompañar el rezo o entretener en la corte.

Entre los distintos planos o perspectivas anotados por el músico barcelonés llama la atención el guiño al cuarteto de cuerda clásico al disponer cuatro instrumentos (tres violas soprano, tenor y baja y un violone) que aún en la distancia y más en el tiempo no deja de funcionar como idea musical, como si Savall hiciese su particular refutación de la teoría de la generación espontánea en cuanto al origen de esta decisiva agrupación musical. Y, como no podía ser de otra forma en este intento de retratar la música instrumental del Renacimiento y del primer Barroco, Savall volvía a enfrentar escuelas y compositores entre los que no faltaron nombres como Milán, Cabezón, San Lorenzo o el propio Cabanilles junto a nombres como Ghizeghem, Holborne, Purcell o Charpentier.

Bajo el título 'Las lágrimas de las musas de la gallarde de A. Holborne', Savall, acompañado de atriles de la formación Hespérion XXI, despliega seis bloques de páginas para conformar un retrato del repertorio de las principales corrientes musicales europeas del arco temporal que abarca desde 1450 hasta comienzos del setecientos. Danzas como la gallarda, la pavana o la chacona dialogan con las diferencias de Cabezón o la Fantasía VIII de Luis de Milán; piezas donde lo cortés y lo galante establecen lazos con las 'Glosas dedicadas a la Inmaculada' de Correa de Arauxo o 'La nuit' de Charpentier. Reflejos todos de una sociedad con más puntos en común que diferencias insalvables. Lenguajes propios en los que destacan las influencias y aportaciones de todos estos antiguos compositores que harán posible el desarrollo de la música instrumental tal y como es conocida en la actualidad. 

Pero para completar este particular viaje propuesto por Jordi Savall faltaba una perspectiva más que lo haría en el tiempo de las propinas como es la América Hispana de la mano del Códice de Trujillo un auténtico tesoro musical que suma el mestizaje entre dos mundos tratados nuevamente al mismo nivel técnico e interpretativo. Sin duda, un concierto ambicioso en lo musicológico, incontestable en lo interpretativo y especialmente atrevido por abandonar la omnipresencia del gran repertorio.