Y el cielo se iluminó con la Séptima

Más de un siglo después de su estreno en Praga, con la Filarmónica Checa y el propio G. Mahler en el podio asistido por O. Klemperer y B. Walter, llegó en el tercero de los abonos de la Filarmónica de Málaga su primera versión de la Séptima sinfonía del compositor bohemio. Trabajo sinfónico que retrasó su registro fonográfico hasta los años cincuenta, lo que habla de la menor difusión de la partitura frente al resto de sinfonías del compositor. Además, las críticas del estreno vienés especialmente centradas en el movimiento de cierre en el que se ha querido entrever una parodia de los Maestros Cantores de R. Wagner.

Con este currículo a las espaldas la premier de la OFM fue en todos los aspectos todo un acontecimiento musical de primer orden si bien la respuesta a la convocatoria en la sesión del viernes no llegase a completar el aforo del Teatro Cervantes. Lo que sí es indudable el intenso trabajo expuesto por los profesores de la Filarmónica y la batuta invitada de Enrique Diemecke que con buen criterio tuvo el acierto de dar algunas indicaciones al auditorio antes de iniciar la lectura de la sinfonía mahleriana y facilitar el hilo argumental de la página..

Articulada en cinco tiempos de los que dos son dos nocturnos que refuerzan la idea de juegos de planos entre la realidad y la ensoñación y donde nuevamente la experiencia vital del músico sigue impregnando este trabajo sinfónico que simultaneó con la conclusión de la redacción de la Sexta condicionada por la crisis matrimonial con Alma Mahler, la muerte de la pequeña Anna y la dolencia cardíaca que acompañará al compositor hasta el final de sus días. En lo vital la Séptima debía ser por tanto una suerte de preguntas y respuestas que en el capítulo de cierre encuentran un final arrollador y porqué no triunfal como así hizo evidente la dirección de E. Diemecke.

Si Mahler contó con dos semanas de ensayos, el actual director artístico del Teatro Colón de Buenos Aires apenas ha contado con una, lo suficiente para construir con los profesores de la OFM un discurso musical coherente y ascendente sobre el férreo control dinámico y rítmico dibujado por Diemecke. El director mexicano caracterizó la versión expuesta con una dirección clara, concisa y centrada en las entradas y acentos, muy afilada en los finales que demandan precisión alargando los espacios para la expresión de los atriles algo incide positivamente en la interpretación del conjunto demostrando de este modo un punto de madurez como orquesta e instrumento atesorado a lo largo de su existencia.

E. Diemecke y profesores de la OFM dieron coherencia interna al cambiante primer movimiento cuyo tema principal reaparece rutilante en el rotundo movimiento de cierre. En este punto, quedó expuesto con claridad artística y técnica otras tres características de la sinfonía como son, los constantes cambios de ánimo, el excepcional tratamiento del color orquestal y la emisión contrastada sobre la que incidió la batuta de Diemecke que convenció a una Filarmónica de Málaga especialmente iluminada entre las distintas secciones en contínuo diálogo, y a un auditorio atento que recibiría con generosidad esta primera interpretación de la que es la sinfonía si bien menos divulgada sí la más avanzada en el lenguaje musical mahleriano.

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