Cine

Sorogoyen: el ruiseñor del cine patrio

El director de As bestas se coronó el pasado fin de semana en los Premios Goya. Es momento de conocer un poco mejor a un realizador que iba para historiador y que ha terminado en «psicólogo de salón» atraído por «los tíos chungos»

El director de cine Rodrigo Sorogoyen.

El director de cine Rodrigo Sorogoyen. / La Opinión

Laura Estirado

Iba para historiador hasta que decidió hacerle caso al pálpito que tuvo a los 14 años, cuando su padre le llevó al cine a ver Léon, el profesional, una peli de los 90 de un asesino a sueldo (Jean Reno) que a él le influyó sobremanera. «Me fascinó; pensé: Yo quiero hacer esto. Nunca antes había visto a un protagonista tan carismático morir. Para mí fue un shock, por primera vez vi que las reglas se podían subvertir», cuenta en YouTube, en una de las pocas confesiones íntimas que se le pueden rastrear en la red a Rodrigo Sorogoyen (Madrid, 41 años).

En pocos años ha pasado de ser un desconocido en la industria a ser el director, realizador y guionista más aclamado dentro y fuera de nuestras fronteras. Es un maestro tensando la cuerda, comenzando las historias desde muy arriba, con planos secuencia salvajes..., y un adicto a «la gente mala, la gente chunga», porque «la ficción es más atractiva cuando explora los matices, los grises», ha asegurado en un par de entrevistas recientes.

En su meteórica carrera, está acostumbrado a los parabienes del público y de la crítica. Su quinta película, El reino (2018), un thriller sobre la corrupción política en España, se llevó siete premios Goya, dos de ellos para la dirección y el guion, pero ya desde la segunda, Stockholm, conquistó tres Biznagas en Málaga. Con la cuarta, el corto Madre -que en 2019 convirtió en película-, estuvo a punto del Oscar, y ahora, con As bestas, ese western de la Galicia profunda inspirado en un crimen real, se ha hecho de oro en los Goya.

En la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid (ECAM) conoció a sus mejores amigos y compañeros de viaje, con los que escribió guiones para series como La pecera de Eva. Con tres de ellos fundó la productora Caballo Films, responsable de todos sus títulos desde 2010. Y fue precisamente allí donde comenzó a trabajar junto, que no en pareja, con Isabel Peña (Zaragoza, 1983). Fue con Impares.

Ellos dos vuelan solos desde Stockholm(2013). Más de una década de amistad inquebrantable, de textos cosidos a medias y miles de horas imaginando historias. Normalmente se pasan meses antes hablando del guion hasta que se lo parten: él se ocupa de la visión general y ella, de los detalles. En el caso de As bestas, Peña fue la que leyó la noticia del crimen en un periódico y la que propuso hacer la peli. El primer guion es de 2015, pero otras historias (grandes) se cruzaron por medio y lo han ido reescribiendo y dando lustre todo este tiempo.

Orgullosos del resultado y de su trabajo juntos, se acaban de hacer el mismo tatuaje los dos (en un lugar aún no revelado). «Es el número doce, en letra, porque son las películas que vamos a hacer juntos... ¡como mínimo!», ha confesado en la radio el director. Ya van seis. Pero la próxima no será el proyecto de serie sobre la guerra civil que a Sorogoyen le ronda desde hace tiempo, pues Movistar Plus+ ha anunciado que lo aparca de momento, pero sí algo muy distinto a As bestas. «Nos apetece muchísimo escribir otro tipo de historias, hablar de relaciones, de cosas más pequeñas, donde la trama no sea tan importante», ha explicado Peña.

No se sabe si en ese próximo guion saldrá Paco Revilla, el actor amateur que Sorogoyen ha colado ya en El reino y en Antidisturbios. Una especie de expoli corrupto con el mismo look que el famoso Villarejo. En verdad se trata de Rodrigo Sorogoyen, que tiene el mismo nombre que su único hijo.

Al Sorogoyen director no le gusta presumir de sus raíces artísticas, pero su madre, que es fotógrafa, también es hija del cineasta Antonio del Amo, al que se le recuerda por ser el director de las películas de los 50 de Joselito, como El pequeño ruiseñor.

Que el entorno más cercano del director le llame Ruy puede tener que ver con aquel blockbuster del franquismo firmado por un abuelo al que no conoció hasta los 8 años. «No había un ambiente cinéfilo en casa. Sí, me llevaban al cine a ver películas, pero no se hablaba del oficio. Por eso no lo he comentado mucho, pero no me avergüenzo ni reniego», ha explicado en la SER. «Lo traté tres meses, cuando vino a convivir con mi madre y conmigo. Y para colmo lo acabó atropellando un autobús», ha contado.

«No soy sociólogo, pero sí psicólogo de salón», presume el cineasta por cómo clava los caracteres de sus personajes. Su tono a veces resulta pedante y cortante, dicen de él algunos críticos, que subrayan que ante las preguntas de una periodista aún se pone más tenso. En su podcast La Script, a María Guerra le ha llegado a contestar que «lleva mal las preguntas idiotas». A veces también se le achaca a su cine de pecar de cierta machirulidad, algo que As bestas, esa historia de hombres violentos de la que surge una feminidad conciliadora, corrige.

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