Todos éramos muy conscientes, pero a base de victorias, de sensacionales triunfos, con una pretemporada de ensueño y un arranque de curso maravilloso (10 triunfos consecutivos), se nos había olvidado que el nuevo proyecto verde acababa de echar a andar. Que este grupo apenas lleva un mes y diez días de trabajo. Que hay mucha labor por delante. Que hay motivos, cientos de ellos, para ilusionarse. Para creer en Aíto, para soñar con lo que viene por delante, pero que hay que tener paciencia. Y sosiego. En especial, en los momentos malos. Que los habrá. Como el de anoche.

Hay gente nueva, que desconoce la Liga, que aún debe adaptarse a la ciudad, al vestuario, al equipo. Y otros, con casa ya en Málaga, deben modificar su juego, sentirse dentro de un nuevo rol. Y entender a un técnico diferente.

El Tau bajó ayer al suelo al Unicaja. De golpe. Y sin avisar. Fue un palo duro y seco, a base de oficio y de explotar los defectos y las carencias que aún destila el conjunto malagueño. Porque en el Unicaja, aunque nos la prometíamos muy felices, hay matices por mejorar. Que nadie se asuste. Es lo normal. Lo más lógico del mundo. Lo extraño era ese impulso tan bárbaro, ese esprint desmesurado que había tomado el plantel verde.

La vida sigue igual a pesar de la derrota. Debe seguir igual. Dusko Ivanovic nos enseñó ayer que no es oro todo lo que reluce. Para eso está el día a día. El parqué, el vídeo y el trabajo. Calidad hay en la plantilla. Tanta, como el jueves, cuando el Cajasol quedó hecho añicos. Tanta como el pasado fin de semana, cuando el Real Madrid quedó reducido a cenizas.

Quien se esperara un partido cómodo, un plácido paseo como durante toda la pretemporada, estaba equivocado. Porque el Tau siempre es el Tau. Que para eso había ganado en sus cinco últimas visitas a Málaga y tenía al Unicaja acongojado: había vencido en 11 de los últimos 12 partidos.

Hincarle el diente al Tau siempre cuesta Dios y ayuda. Aunque Splitter se quede en casa lesionado, Prigioni juegue cojo y Vidal se vista sólo para asustar. Aunque Ivanovic mire a su banquillo en busca de sangre fresca y encuentre a Matías Nocedal o Ariel Eslava. Ni con ésas, con una plantilla reducida, con sólo tres hombres altos de garantías, el Unicaja sufrió las de Caín. El motivo fue simple: no pudo correr. Y si a este Unicaja aún en construcción le asfixias, le tapas esa vía, disminuye tremendamente su capacidad para sorprender y arrollar.

¿Por qué no corrió el Unicaja? La culpa fue del rebote. Aíto se encontró ahí un problema. Y muy gordo. Ivanovic pronto atacó ese flanco. Mandó a los suyos a por el rebote ofensivo. Como fieras. El Unicaja ni lo olió: 15 para los baskonistas y apenas tres para los verdes en el primer cuarto. 33-42 al final. Fue horrible. De veras. Y curioso en ese acto inicial.

Ni un solo jugador interior fue capaz de capturar un rechace. Los tres únicos que llegaron fueron gracias a tres pequeños: Cabezas, Kelati y Jiménez. Por eso, cuando el tobillo de Haislip dio un susto, tras anotar los primeros ocho puntos malagueños, el Tau se lanzó a por el partido: 23-27.

El Unicaja dejó claro en estos minutos de incertidumbre que sabe sufrir. Y que también sufre cuando debe atacar en estático, cuando no puede robar o rebotear y salir como alma que lleva el diablo hacia el aro rival. Algo, sin duda, a mejorar. Otro problema. Otra ´cosita´ por mejorar.

Cuando Aíto pudo apretar más su defensa, Cabezas comenzó a funcionar y Haislip, aunque con evidentes problemas en su tobillo izquierdo, volvió a pista en el segundo parcial, el Unicaja recuperó la fe. Con más fervor que lucidez logró marcharse al intermedio por delante: 35-34.

El encuentro se endureció después. No por el pique entre Cabezas y Prigioni, sino porque el juego se volvió más feo, más rudo, más tosco... como quería el Tau.

La igualdad se mantuvo hasta que Cabezas y Haislip, las referencias ofensivas, coincidieron en el banquillo. Teletovic enchufó dos ´triplitos´ y el Tau sacó la cabeza: 44-50. Germán, en su intento por recortar diferencias, se dejó los ligamentos de su tobillo izquierdo por el camino.

Jiménez recondujo la historia, pero el Tau seguía a lo suyo. Incluso en el último parcial: 57-62. Ahí, con el partido entrando en zona caliente, Gomis y Haislip salieron al rescate. El pequeño escolta francés está acostumbrado a estas lides. Lo ha hecho siempre en sus equipos. Lo entendió el galo y pidió la bola. Como quiera que la pizarra de Aíto se olvidó de mirar a sus pívots, Gomis se convirtió en la referencia.

Sin embargo, inexplicablemente, Gomis fue sacrificado en ataque para poner más centímetros en pista. Kelati, con sus virtudes y defectos, demostró que no está para resolver partidos. Al menos el de anoche ante el Tau. Con 67-68, se ´comió´ la bola que debía darle vida al Unicaja. Luego Prigioni fue el más pícaro. Y Cook picó. Le sacó una falta al americano cuando tiraba un triple inverosímil ya sin tiempo. Ahí se acabó el partido. El Unicaja ya no está invicto. Que aprenda la lección.