Haga un sol de justicia, llueva a mares o tirite de frío, Fernando es fiel a su rutina. Se levanta al amanecer, se marcha al campo para ayudar a su hijo en sus mediciones topográficas, regresa a casa al mediodía y llega el mejor momento de la jornada, cuando se calza sus zapatillas, su indumentaria de salir a correr y se adueña de la calle. De lunes a domingos. No existen días de fiesta en su calendario. Un día tras otro se marcha a trotar durante una hora y media. En total, unos 13 kilómetros. No es una gran marca, pero es que Fernando, casado y con tres hijos, acaba de cumplir los 78 años. Y el próximo 6 de diciembre disputará la I Maratón Ciudad de Málaga-Costa del Sol.

«El otro día me probé y corrí 30 kilómetros, desde mi casa de Fuengirola hasta Santa Clara, más allá de La Carihuela, en Torremolinos, y la semana que viene, el día 26, disputaré la Media Maratón de Marbella. Es una carrera muy coqueta, muy bien organizada. Creo que me estoy preparando bien para la maratón de Málaga», dice este melillense afincado en la Costa del Sol desde los años 60.

Fernando es el mejor ejemplo posible de que no hay edad para correr, que no es necesario enseñar el DNI para inscribirse y participar en la prueba costasoleña. Algunos correrán para bajar de las tres horas. Otros, para llegar antes que su amigo de entrenamiento. Él la disputará porque «es el primer maratón de Málaga». «Hice dos horas y 22 minutos en la media maratón, así que supongo que tardaré unas cinco horas. A mí me da igual llegar el último, que el coche escoba me pase o que el control cierre. Lo único que quiero es llegar a meta».

Fernando Muñoz Perpén nació en Melilla el 30 de agosto de 1932 y se mudó a vivir a Málaga con su mujer Vicky en 1963. Aquí comenzó a jugar al tenis. «La verdad es que se me daba bastante bien», admite. «Jugábamos en Carranque, cuando allí aún no había nada. En vez de una red poníamos una cuerda. Era la época de Manolo Santana y mi compañero de juego era el dueño de Óptica Roca. Hasta gané un par de campeonatos. Mientras yo jugaba, uno de mis hijos corría por la zona con otro amigo. Eran pequeños, tendrían diez u once años. Y como muchos días no se podía jugar al tenis pues empecé a correr con ellos».

Hacer running es, hoy en día, lo más normal del mundo, pero en la Málaga de finales de los años 60 no era normal ni se veía bien que la gente saliera a correr como forma de divertirse y hacer deporte. Fernando recuerda aquella época porque le dedicaban «auténticas barbaridades». «Cuando la gente me veía correr me decía que estaba loco, que era un chalao. Se quedaban con la voca abierta y me decían barbaridades».

Cuarenta años después, el corredor sigue sorprendiendo a sus paisanos, pero ahora por su veteranía. «Cuando voy corriendo hay muchos jubilados que me dicen que deje de correr, que me voy a morir. Pero yo me siento fabuloso. Correr todas las mañanas te cambia hasta el carácter. Cuando te estás duchando tras hacer deporte sientes una satisfacción enorme, una tremenda alegría en el cuerpo».

No cambia su rutina por nada del mundo, la que le lleva a recorrer diariamente 13 kilómetros después, eso sí, de echarle una mano a su hijo en el negocio creado por él mismo: FM Topografía. «Mi mujer, cuando llueve, me dice que dónde voy con la que está cayendo. Pero claro, un día por la lluvia, otro por el calor y el siguiente por el frío. ¡Esto me da la vida!».

Fernando no es una persona al uso. Haber cumplido ya los 78 años y salir a correr todos los días es digno de elogio. «Lo hago porque no tengo achaques», admite. Cuando la norma común entre la mayoría de los atletas y los aficionados es sufrir alguna sobrecarga, problemas en las articulaciones –principalmente en las rodillas– u otras molestias físicas, él confiesa que está sano como un roble y fresco como una lechuga.

Correr sin beber

«Sé que son cosas anormales y estoy comenzando a creer que el que no soy normal soy yo», dice entre risas, antes de recordar que él no ingiere líquidos durante la actividad física. Ni agua ni bebidas isotónicas. Nada de nada. Corra una hora, dos o tres. «El otro día hice los 30 kilómetros de prueba y no bebí nada. Ya te digo que comienzo a pensar que yo soy el anormal».

Su hijo Fernando, que también disputará la prueba, ya le ha inscrito en la carrera, aunque ahora va a ponerse en contacto con la organización para que le permitan que otro de sus vástagos, Jorge, «el catedrático en Música», como él lo llama, le acompañe en la parte final del recorrido. «Como llegaré fuera de tiempo sería bueno que Jorge fuera junto a mí, con una bicicleta, porque los últimos 12 kilómetros son durísimos. Puedes ir muy bien hasta el 30, pero los últimos son los peores, un tremendo sufrimiento, y más a mi edad».

Porque, como recuerda, Fernando no correría el maratón si no fuera «el primero de Málaga». En su extenso currículum se incluyen doce pruebas de la mítica distancia de los 42.195 metros. También ha participado en las 25 ediciones de la Media Maratón de Málaga. No se ha perdido ni una sola cita. «Siempre me ha acompañado la salud», subraya.

Ha evitado participar en en campeonatos para mayores, porque él no quiere «competir con nadie». «Yo corro por mí mismo». Hoy, si salen a dar un paseo al mediodía por Fuengirola, quizá se lo encuentren haciendo lo que más le gusta: corriendo. Pantalón de atleta, camiseta de manga corta y puede que una muñequera en su brazo. 78 años le contemplan. Complexión delgada, nariz aguileña, poco pelo y canoso y muchas ganas de vivir y de seguir corriendo. Su ejemplo es impagable. Fernando también estará en la Maratón de Málaga. Como si los años no pasaran por él.