En su segunda temporada, la que él mismo se encargo de remarcar como destinada a los mayores éxitos, José Mourinho, líder en la Liga y brillante en Europa, está descubriendo la verdadera personalidad del vestuario del Real Madrid. Se las compuso el curso pasado para anular voluntades y convertir para su causa a la casta al completo. Enfrascados en un maratón de clásicos y con la tensión por las nubes, los futbolistas con más peso, principalmente los españoles, hicieron suyo el discurso belicoso del portugués. Pero la situación se volvió contra ellos y todo cambió cuando Íker Casillas, capitán del Madrid y de la selección, decidió que hasta ahí habían llegado, que una cosa era defender el escudo, de lo que no es dudoso, y otra, partirse la cara y arrastrar su propia imagen por alguien más preocupado en perpetuarse como The Special One y engordar su ego que por el bien del club.

La llamada de Íker a Xavi y Puyol puso en guardia a Mourinho. No tenía a los muchachos tan controlados como pensaba. Fue el germen del episodio del pasado viernes, cuando el núcleo español del equipo, esta vez con Sergio Ramos a la cabeza, alzó la voz para defenderse de alguien que solo mira hacía sí mismo y, si acaso, hacia el clan portugués que ha creado con un par de plumazos.

El motín lo desveló en su edición de ayer el diario «Marca». El periódico transcribió con nombres y apellidos una monumental bronca entre Sergio Ramos y Mourinho, en la que también intervino Casillas. El luso les acusaba de «matarle en la zona mixta», que es un nombre pomposo para la salida del vestuario, donde los futbolistas se encuentran con la prensa tras los partidos. Es el único momento en que pueden hablar, porque Mou hace tiempo que canceló las ruedas de prensa y las entrevistas.

«Usted sólo ha leído lo que ponen los periódicos, no todo lo que dijimos». Mourinho no se esperaba la réplica de Sergio Ramos y aplicó una carga de artillería. «Como habéis sido campeones del mundo os protegen vuestros amigos de la prensa. Igual que al portero». Casillas, que seguía la charla de lejos, intervino: «Míster, aquí las cosas se dicen a la cara».

Señaló también Mourinho a Ramos cuando le insistió en que era él el encargado de defender a Puyol en los córners. «Habíamos cambiado porque nos hacían pantallas con Piqué», replicó el sevillano. «¿Ahora juegas a entrenador?». Subía la tensión y Ramos, segundo capitán no se arrugó. «Según la situación del partido, a veces hay que cambiar cosas, pero como usted no se ha vestido nunca de corto, no lo sabe».

La portada del rotativo deportivo supuso una soberana bofetada para Mourinho, que se ha enfrascado en desenmascarar al chivato, mientras trataba de preparar la visita del Athletic.

La ruptura es clara y sólo Mourinho tiene en su mano solucionar las cosas. El pasado septiembre, tras dejarse cinco puntos en tres días, en el Ciudad de Valencia y en El Sardinero, ya hubo un cónclave de los españoles, tras el que resolvieron pedir al entrenador que rebajase la tensión y que fuese más cuidadoso con los nacionales.

En el fondo, subyace un problema de celos y de falta de tacto por parte de Mourinho. Todo el cariño que dispensa a su clan portugués es el que rechaza ofrecer a los españoles que, al fin y al cabo, son los pesos pesados del vestuario. Casillas debía cumplir ayer 600 partidos con el Madrid y cuando alguien le preguntó al portugués por los valores que aportaba el portero al equipo, no supo abandonar su orgullo y elaborar una respuesta amable. «No lo sé, si tiene esos números… Le doy la enhorabuena», dijo.