El progresivo aumento en la demanda de servicios de acondicionamiento de los fallecidos, ha convertido a las hasta ahora desconocidas profesiones de la tanatoestética y la tanatopraxia en un trabajo reconocido y en continuo avance. La tanatopraxia se encarga del embalsamamiento y conservación del cadáver, mientras que la tanatoestética se enfoca hacia el aspecto exterior. Ésta última incluye, entre otras prácticas, el aseo del cadáver y un masaje facial para disimular el rigor mortis. La conjunción de ambas especialidades proporciona la mejora de la imagen del difunto de cara a la recepción de los familiares. Uno de los primeros tanatopractores que puso su experiencia y conocimiento al servicio de la enseñanza de esta profesión fue Javier Chávez Inzunza, técnico en tanatopraxia y director gerente de Inzunza S.L. Este reconocido profesional a nivel nacional e internacional colabora, desde 1998, con diferentes instituciones del ámbito de la investigación y de la formación.

Javier Chávez imparte formación a alumnos de todo el territorio nacional y se esfuerza en transmitir dos premisas básicas: preservar la dignidad humana y el respeto por los difuntos. Los conceptos básicos que adquiere un estudiante de esta especialidad se relacionan directamente con el maquillaje, la peluquería, el protocolo tanatopráctico y la medicina forense. Sin embargo, este profesional del sector va mucho más allá: “inculco a los estudiantes en el respeto por los familiares que están detrás del fallecido. Nuestra función es garantizar que el difunto es despedido dignamente”.

Aunque en un primer momento esta profesión puede provocar cierta aprensión, Chávez desmitifica y normaliza este trabajo comparándolo con el de un cuidador que prepara al fallecido para su viaje. “La estética y la correcta preparación debe ser una exigencia y derecho de las familias. Cuando el trabajo se realiza correctamente, potenciamos que el recuerdo de la última imagen que guardan los familiares del difunto sea positiva. Es importante porque ésto proporciona cierta serenidad interior. El sentido de este trabajo es su carácter memorable: el cuerpo perece pero la imagen sobrevive”, recalca el tanatopractor.