Un terremoto sacudía a las 05.30 de la madrugada la ciudad de Málaga. Serán cosas del destino, casualidad o simples movimientos de tierra. O quizás una llamada de atención para que no nos durmamos en los laureles y nos pongamos firmes ante el combate que nos espera. La noche, esa noche en la que comenzaba en el Teatro Cervantes la batalla más encarnizada, Málaga temblaba. Fusiles de voces cargados y dispuestos a disparar las mejores de sus balas. En esta guerra sin cuartel ningún bando puede arriesgar y guardar su mejor cartucho para la contienda final; el enemigo está bien preparado y puedes ser eliminado, así que hay que descargar cuanto antes. Con tanto zapatazo hasta la tierra vibró. El aficionado fue sin duda el punto de mira del cañón del coplero.

Cantar un 15 de enero y en último lugar no debía de resultar nada fácil. Sobra decir lo que ocurría en el campo de batalla vecino. Carguen, apunten? ¡Fuego! Buena bala, a mí ni me rozo. Supongo que igual que a muchos. Hacía un mes de la partida de mi héroe; si no mi Málaga hubiese sido el epicentro de mi cruzada. Buen cartucho, sí, pero cuidado. El batallón de Torremolinos capitaneado por Félix Godoy refrendó la gran calidad de su armamento. Difícil va estar superar el grito de guerra de las huestes del cuñao. El temblor también sacudió la provincia. Al otro lado de las trincheras luchaba el ejercito del Arroyo, ¡qué primera fila! Apenas dos minutos, eso fue lo que duró la contienda y Ginés consiguió acabar con la tropa del contrincante. Aquí nada de medias tintas, se usaron los cañones y vibraron los cimientos del templo. Movimientos de tierra para allanar el camino hacia el trono. ¿Quién ganó esta primera batalla? El Carnaval, siempre gana el Carnaval.