Lo racional del deporte es que segmenta a los buenos de los malos sin necesidad de razas, nacionalidades, etnias y clases sociales.

Gustavo Pizzi y Karine Teles (director y coguionista y protagonista del filme, curiosamente expareja sentimental pero aún tándem creativo) describen una historia de oportunidades y esperanza en un Brasil alejado de la imagen tan habitual con la que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación (no, aquí no hay samba, ni mulatas ni mulatos bailando de manera espectacular). En una ciudad costera de la Brasil más humilde vive una familia soportando el día a día hasta que uno de los hijos jugador de balonmano es llamado por un equipo europeo debiendo emanciparse rápidamente.

El director brasileño nos muestra una familia única por unos fuertes lazos familiares que quedan hechos trizas en el momento que la esperanza entra en el hogar. La llegada de un nuevo cambio a la familia y la huida hacia delante de uno de sus hijos en forma de oportunidad viajando a Europa son las excusas que utiliza el director para endurecer un relato que acaba convirtiéndose en un antipoema de la generosidad y la voluntad conciliadora.

Lo que realmente importa en Benzinho es la autenticidad de su historia y su desarrollo en el detalle de lo cotidiano, cine realista, al estilo Vittorio de Sica, defendió ayer la productora de la cinta. Al final, Pizzi y Teles nos aseguran que el amor y su fuerza universal no son suficientes en un ambiente tan caótico que ni siquiera la más grande fuerza conocida puede salvar.