La historia de Enriqueta Faber representada en Insumisas es el claro ejemplo del calado feminista que fluye en la sociedad y del compromiso de algunos creadores de sacar del olvido a personajes de renombre y prestigio lapidados en el olvido por el simple hecho de pensar que carecían de interés por ser mujeres (y esto no es ningún spoiler en lo referente a la historia que relata la película de Laura Cazador y Fernando Pérez).

En pleno mil ochocientos diez, con el tráfico de esclavos como una de las principales fuentes económicas, el doctor Enrique Faber llega a Cuba con la intención de desenmascarar ciertos episodios de su controvertido pasado.

Insumisas no es la historia de un doctor al uso que llega a un pueblo y se hace amigo de todos y todas. No. Nada más lejos de la realidad. La propuesta de Laura Cazador y Fernando Pérez se vincula más a la importancia del legado emocional y educativo en la sociedad en la historia que el del simple cuento histórico con tintes feministas que pueda llegar a un público mayoritario, masivo.

Insumisas es incómoda de ver en ocasiones. Sus directores han decidido encontrar, como puro ejercicio de estilo, en la actuación de sus actores y actrices el mejor modo de contar su historia; a cambio dan de lado un entorno capaz de dosificar al relato de una voraz belleza natural que le habría otorgado un empaque más actual y accesible para todos los públicos a la historia de Faber.

Esclavos, sangre, oscuridad, amor e injusticia dotan a Insumisas de un atractivo, siempre que esperemos de ella un relato interpretado incondicionalmente por la fuerte presencia femenina con un resultado final lúgubre y desangelado, estigmatizado por su contexto histórico.