Rafael Flórez, cuenta José Esteban, rescató una olvidada profesión recogida en Las Siete Partidas de Alfonso X El Sabio: la profesión de alfaqueque, que era quien se dedicaba a rescatar a los cristianos cautivos de los moros.

Claro que Rafael Flórez hacía alusión con esta palabra a los «rescatadores de cautivos del olvido literario» y sin duda, a José Esteban puede aplicarse, con letras mayúsculas, el oficio de alfaqueque, que con tanta maestría lleva ejerciendo toda su vida y de la que da buena prueba Ahora que recuerdo, las memorias literarias que, en una preciosa edición de Reino de Cordelia, recorren la vida literaria española desde los años 50 a nuestros días.

José Esteban (Sigüenza, Guadalajara) tiene la extraña particularidad, no tan común entre los memorialistas, de contar sus cuitas literarias y colocarse en un discreto segundo plano para ceder con generosidad el protagonismo a todas las personas de las que habla. El resultado es un apasionante viaje a la vida cultural española desde las bambalinas de la lucha contra la dictadura a nuestros días que, pese a su extensión (más de 600 páginas) se leen con avidez.

Escritor, editor, librero, divulgador cultural, galdosiano, republicano, gastrónomo, fijo de las tertulias literarias y uno de los pilares del Café Gijón, José Esteban forma parte de ese grupo de jóvenes inquietos que, reunidos en torno a la tumba de Ortega y Gasset, en 1956, proclamaron que eran «una generación sin maestros», por encontrarse en medio de ese yermo cultural tras la guerra y el exilio de una importante porción de materia gris de España.

La de José Esteban ha sido, buena parte de su vida, la búsqueda y recuperación de los olvidados, de los mitos de su niñez y adolescencia, en una España en la que autores como Cernuda o Miguel Hernández a lo sumo salían nombrados en los textos escolares pero no se estudiaba su obra.

De ese jovenzuelo recién llegado de provincias que osa interrumpir la vejez de mesa camilla de Pío Baroja al bregado escritor de nuestros días hay un largo camino que Esteban ha querido plasmar en forma de breves pinceladas, escuetos capítulos en los que la nómina de escritores y artistas conocidos, muchos de ellos amigos, es asombrosa: Rosa Chacel, su adorado José Bergamín, Borges, Vargas Llosa, Caballero Bonald, Carlos Barral, Torrente Balleseter, García Hortelano, Gabriel Celaya, Blas de Otero, Max Aub, Vicente Aleixandre, Gerald Brenan, García Márquez, Juan Rulfo, Ángel González, Luis Carandell, Gloria Fuertes, Bryce Echenique€ pero también, segundos espadas hoy injustamente olvidados como José Martínez, el anima mater de Ruedo Ibérico; José Luis Cano, secretario de la revista Ínsula o el novelista Carranque de Ríos.

Y entre medias, las aventuras editoriales y poéticas de este escritor todoterreno, que lo mismo funda la librería y la editorial Turner que devuelve la vida al PEN Club español o se atreve a reeditar el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Cobarruvias.

Y este estimulante paseo, con el tono cercano, cuidado y a veces irónico del escritor seguntino, el alfaqueque de la cultura española.