Hay ciudades que son sinónimo de literatura, territorios hechos eternidad por las letras de aquellos que los convirtieron en su inspiración. Y en ese universo se corona con matrícula Nueva York, cuyos habitantes e infinitos rincones han protagonizado grandes obras de la literatura imposibles de olvidar. Y si hay un autor cuyo nombre esté estrechamente ligado a la ciudad que nunca duerme ese es O. Henry, que con sus relatos dibujó el pulso de una Nueva York que se enfrentaba a la incertidumbre de los primeros años del siglo XX.

Ahora, algunos de los mejores cuentos que el escritor legó a la literatura han sido recogidos en un maravilloso libro que acaba de publicar Nórdica Libros. Historias de Nueva York nacido en Carolina del Norte bajo el nombre de William Sydney Porter, para convertir en palabras escenas cotidianas y otras casi oníricas de una ciudad que comenzaba a debatirse entre el pasado y la modernidad y daba los primeros pasos para convertirse en la populosa urbe que tiempo después sería la oficiosa capital del mundo.

Historias de gente anónima, de aquellas que ocurren de puertas para adentro, pero también relatos de amor de esos que se convierten en inmortales, como El regalo de Reyes, un precioso cuento convertido ya en un clásico navideño y en el que la pareja protagonista demuestra que ni la escasez de dinero es impedimento para que el ser amado tenga los presentes deseados. También hay ecos que pueden recordar a la literatura yiddish que tan bien practicaron otros autores como I. B. Singer o Bernard Malamud y estampas de esa ciudad que recogió a todos aquellos emigrantes de la vieja Europa dispuestos a superar Ellis Island para vivir una vida mejor. Italianos, irlandeses, habitantes llegados de estados de esa amplia América interior, ejecutivos estresados, familias en busca de mejor destino, enamorados sin éxito... Y todo ello en una atmósfera única, que transporta al lector a otra tierra y otra época, haciéndole sentir lo que sienten los protagonistas de cada uno de los relatos. Y ese es uno de los méritos de O. Henry, porque si hay género difícil ese es el del cuento, y él demostró que se puede contar mucho en pocas páginas, que la maestría con las palabras puede dar lugar a historias que vivirán para siempre, un pasado convertido siempre en presente cada vez que un nuevo lector lo descubre. Porque es maravilloso poder convertir en literatura lo extraordinario, pero aún lo es más hacer eterno lo cotidiano, lo anecdótico, los momentos del día a día que se olvidan tan pronto como ocurren.

Si quieren descubrir esas vidas y esa Nueva York que ya sólo existe en el recuerdo no dejen de leer a O. Henry, merece tener un hueco en todas las estanterías. Gran acierto, una vez más, de Nórdica recuperando a este autor, que por cierto tuvo una vida mucho más azarosa y complicada que la de los personajes que se pasean por su obra.