Slobodan Milosevic (1941-2006) no ha podido ver cómo su querido Peter Handke (1942) se convertía en flamante ganador del Premio Nobel, aunque de seguir con vida quizá el líder serbio aún estuviese en la cárcel por los crímenes de guerra, contra la humanidad y genocidio por los que se le juzgaba en La Haya justo cuando apareció muerto en su celda -fue exonerado diez años después de su muerte, pero nadie entiende por qué-. Handke admiraba a Milosevic, y el sentimiento era mutuo por parte de El Carnicero de los Balcanes. Y ahora Handke es Premio Nobel de Literatura, un premio que cada vez significa menos y que a muchos comienza a importarnos menos que un comino. Además de tener un gusto deplorable en amistades y admiraciones, este austriaco es un escritor bastante aburrido, un fantasmón pedante que no para de acumular premios sin que eso le aporte muchos lectores. Por otro lado, y al mismo tiempo que Handke, la polaca Olga Tokarczuk también ha sido reconocida con el Premio Nobel de Literatura, pero a ella le han otorgado el de 2018, porque el año pasado se lo saltaron por un caso de abusos sexuales y sobornos por parte de un miembro del jurado. Visto lo visto, no parece que hayamos ganado mucho con el año en barbecho del Nobel ni con el cambio de jurado.