Eran los tiempos en los que los novedosos automóviles irrumpían a gran velocidad por las carreteras polvorientas de media Europa, mientras los periodistas se hacían eco de estos récords, en ocasiones, al volante de uno de esos raudos coches o bien preferían contar la experiencia de la velocidad y los tiempos modernos a los mandos de un avión.

En esas estaba el arranque del siglo XX cuando en una cervecería de la madrileña calle de Alcalá, dos periodistas del diario 'España Nueva', el madrileño Javier Bueno (1884-1967) y el malagueño Carlos Crouselles (1878-1907) decidieron retar la moda de los automóviles, que tantos muertes causaban de inocentes peatones y tanto ruido y contaminación generaban, y protagonizar una gesta sin igual: recorrer en burro los 1.800 kilómetros que separaban Madrid de París.

'A París en burro', que acaba de recuperar la editorial Renacimiento, con la edición a cargo del profesor de la Complutense José Miguel González Soriano, recoge por vez primera las 65 entregas de un serial que comenzó el 28 de agosto de 1906 y concluyó con éxito, a la sombra de la Torre Eiffel, el 24 de noviembre, 85 días después. La publicación de las aventuras del dúo, que estuvo acompañado por el también periodista Javier Micó, fue un acontecimiento que levantó pasiones no sólo en la España de la época, donde los plumillas y sus monturas eran recibidos con gran jolgorio en muchos de los pueblos por los que pasaban, también en la vecina Francia, donde se les aguardó con expectación.

Junto con sus monturas, llamadas 'Panhard' y 'Mercedes' -dos marcas de coches-, el dúo protagonista, como Don Quijote y Sancho, se topará con episodios ciertamente dignos del Caballero de la Triste Figura, pues un año después de que Azorín publicara 'La ruta de don Quijote', los autores recorrerán la Castilla de idénticas posadas y personajes cervantinos. En el simpar viaje conocerán a un buhonero ladrón, a curas que en Burgos espantan a las parejas de novios e incluso serán testigos, ya en tierras francesas, de la irrupción de unos leones hambrientos en el albergue en el que duermen.

En las primeras entregas de la serie Javier Bueno escribe demasiado acartonado, con la idea de emular el estilo de Cervantes. Por suerte, cambia de tercio pronto y se vuelve más natural. En este aspecto, el malagueño Carlos Crouselles, que fallecería al año siguiente, es el que más ritmo y gracia impregna a esta insólita narración, en la que los autores tendrán tiempo de escrutar la forma de ser de españoles y franceses y barrer para casa.

La obra incluye, además de un completo perfil de los autores y del periodismo de la época, los dibujos que acompañaron las entregas originales.