Un día, mil o mil quinientos años antes de la era cristiana, los chinos vieron como un dragón devoraba al sol. Llenos de miedo fueron a buscar a los sabios Fuh y Fah, los astrónomos mas ilustres de la corte. Pero no lo encontraron. Los chinos lograron hacer retroceder al dragón gracias al redoble de sus tambores; cuando todo acabó encontraron a los dos astrónomos en una taberna borrachos como cubas. Fueron decapitados «con todos los honores debidos a su alta jerarquía». Se nombró a otros dos astrónomos que mientras no hubo terremotos, eclipses o inundaciones, se dieron la mejor vida del mundo.

Es el resumen de una de las 72 pequeñas joyas del insigne Julio Camba que acaba de recuperar la editorial Pepitas de Calabaza, editándolas bajo el título de ese primer artículo, 'Ni Fuh ni Fah'.

Culto, elegante, finamente cínico y dueño de un sentido del humor inteligente y sagaz, Julio Camba dejó constancia a lo largo de sus trabajos como corresponsal de los principales periódicos españoles de entonces, de ser uno de los mejores articulistas que ha dado la prensa española de la primera mitad del siglo XX y dentro de ese género de la crónica periodística. Aquí Camba fue el mas original y el que más ha resistido el paso del tiempo, pues sus historias eran válidas entonces y siempre, pues la condición humana no cambia y la desvergüenza, el deshonor o la ignominia no se acotan en el tiempo.

Camba escribió algunas novelas cortas, como 'El destierro' y 'El matrimonio de Restrepo', pero lo suyo era el destello, la ráfaga de luz, la estrella fugaz que ilumina todo al cruzar el cielo antes desaparecer. Esos eran sus artículos.

Estos que ahora reedita Pepitas de Calabaza compusieron su penúltimo libro, que apareció en junio de 1957, cuando ya vivía semi retirado en una habitación del Palace, en Madrid. Muchos de ellos, son refritos de artículos anteriores, pero como señala Pablo Martínez en el prólogo «lo suyo, aunque fuese un refrito, siempre parece escrito esta mañana, a los demás las columnas se nos pasan de moda por lo general al segundo párrafo».

Su gran atractivo, es el de mostrarnos lo obvio, esos pequeños detalles que pasan delante de nuestras narices sin que caigamos en la cuenta. Algunos artículos podrían parecer anecdóticos, simples, pero encierran siempre una profunda reflexión.

Magnifico el titulado 'El KO Odontológico', que recuerda como en los primeros tiempos el único procedimiento para anestesiar al cliente aquejado de una muela picada era el knock-ou; como el cliente no era manco, se revolvía contra su verdugo y lo que comenzaba como una pequeña sesión de cirugía dental, acababa casi siempre como un match pugilístico. Hoy día los dentistas ya no dan puñetazos. La odontología moderna no es más que el arte de conservar en nuestras bocas, por medio de empastes y otros trucos, todas aquellas piezas que puedan darle a la profesión algún dinero a ganar.

O este otro que ridiculiza la cultura de salón de muchos: No hay necesidad de haber leído El Quijote para admirarlo. La mayoría de sus admiradores no lo han leído «ni por el forro». No es necesario, El Quijote forma parte de la cultura de ambiente, quien más quien menos conoce a sus personajes y podría citar alguna frase. Un amigo hacia una referencia similar con La Divina Comedia, «es mi libro preferido€desde los quince años no me he apartado de él€.me parece tan excepcional que a lo mejor cualquier día soy capaz de ponerme a leerlo».

Pues eso, no hagan como otros con El Quijote o La Divina Comedia , lean a Camba. Un placer que se degusta en corto.