Desde que el periodismo se convirtió en una lucha de opiniones, o eso le parece a uno, me he ido alejando poco a poco de los medios. Por supuesto, mi alejamiento es relativo, porque el vicio de la información es para mí más adictivo que el tabaco (llevo ya una década sin fumar, y no pasa un día sin que eche un buen vistazo a un periódico). Y como otro de mis vicios es el de la nostalgia, me paré a pensar qué relato haría de esta pandemia el bueno de Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003) -lo pensé mientras leía 'El libro gris de televisión española' (Ediciones 99, 1973), curioso ensayo de Montalbán en un plan muy marxista, como era él. No quiero especular sobre cuál sería su punto de vista, pero no es aventurado suponer que estaría muy alejado de la línea oficial y que además sería sólido y bien informado -y casi seguro que también polémico-. No es el único periodista al que echo de menos. Por desgracia, la lista ha crecido conforme los medios se han deshecho de varias generaciones de profesionales como quien tira compresas al váter, y ambas acciones son muy reprochables y dañinas -también ha pasado que muchos se han muerto, como es el caso de mi añorado Vázquez Montalbán-. En fin, echo de menos el magisterio de los que para mí han sido maestros de la prensa, mientras encuentro difícil descubrir esas nuevas voces a las que leer o escuchar entre los compañeros que debían reemplazarles. Tengo que asumir que aunque sigo empeñado en vestir con bermudas y camisetas, la verdad es que no tardaré en cumplir 50 años. Me hago mayor, y mis inclinaciones han envejecido conmigo, y no estoy dispuesto a intentar rejuvenecer, aunque mis horas en el gimnasio quizá indiquen lo contrario. Todos somos la suma de nuestras contradicciones, ¿no?