Si quien se ofrece a salvarte es Correos, eso solo significa que tienes un gran problema y necesitas mucha suerte. Ese caso tan lamentable es el de nuestras librerías, que han unido su destino al de ese gigante antediluviano que lleva años muriendo. Recordemos que Correos es un servicio público que lleva tosiendo desde antes del COVID-19. Cualquier brillo que pudo tener en el pasado lo perdió hace años, y ahora solo es una empresa ruinosa de la que todos sus clientes se quejan -y sus clientes solemos serlo a la fuerza-. En fin, ojalá la apuesta salga bien, y que sea cierto que ese descenso de 1,31 euros menos por envío de libro resulte tan «competitivo» como dice el ministro de Cultura -ese señor del que sabemos poco, y ese poco que sabemos nos parece terrible-. En serio, espero que esto de veras sirva para que las librerías puedan plantar cara a Amazon, de manera que los lectores nos beneficiemos de un servicio mejor de unos y otros. Mis paseos por las librerías esta semana pasada me han contagiado de cierta esperanza, viéndolas llenas de clientes y con los libreros ocupados despachando sin parar -espero que el optimismo sea lo único que me haya llevado a casa de esos paseos, además de algunos buenos libros y bastantes tebeos, como los dos tomos de ´Space Riders (Gigamesh, 2020), un desparrame de acción psicodélica muy gamberra y divertida que ha sido una sorpresa fantástica-.