Diario de Lecturas

De todo esto cansado, pido el mortal descanso

Javier Marías

Javier Marías / Jacobo de Arce

José Luis G. Gómez

En estos días, he leído mucho sobre la muerte de Javier Marías, uno de nuestros grandes escritores, eterno candidato al Nobel además de un magnífico traductor, un extraordinario polemista y sin duda el más pertinaz en mucho tiempo de los cascarrabias que han poblado las letras españolas. No puedo aportar mucho a lo que he leído en prensa, porque nunca fui lector de sus novelas, aunque sí de muchas de sus traducciones –creo que he leído más a su padre y a alguno de sus hermanos-. Eso sí, de vez en cuando le echaba un vistazo a sus artículos, más que nada para indignarme un poco. Aunque he de decir que siempre me ha intrigado su éxito entre los lectores británicos y alemanes. Entre sus muchas extravaganzas, esas que él tan bien publicitaba, como su condición de furibundo hincha madridista, la que más me hacía volver la mirada a los cielos fue la tontería aquella de ser rey de Redonda –desde su trono no cesó de regalar ducados a troche y moche, y cada vez que me enteraba menos entendía el chiste-. En cambio, su condición de editor romántico, quizá la única faceta de su vida que pueda ser calificada así, es algo que siempre he mirado con buenos ojos: Reino de Redonda es una editorial encantadora, una tierna y bella aventura que compartió con su esposa, Carme López Mercader, a la que acompaño en el sentimiento y de quien espero aún más libros.

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