Historia

El estadista más importante del siglo XIX

El libro que tenemos ante nosotros sitúa a Antonio Cánovas del Castillo en su tiempo y en su contexto, como personaje público y como historiador de prestigio

Retrato del malagueño Cánovas del Castillo

Retrato del malagueño Cánovas del Castillo / Ruta por la Málaga de Cánovas del Castillo

Antonio Atienza Peñarrocha

Cuando Antonio Cánovas del Castillo fue asesinado el 7 de agosto de 1897, gran parte de la sociedad española fue consciente de que perdía a uno de los dirigentes más importantes de su época. La valoración de su persona y de su obra fue enormemente positiva. En su dilatada carrera política consiguió instaurar en España un régimen liberal estable y duradero, después de un siglo convulso y problemático. Sin embargo, los historiadores de una generación posterior vertieron sobre él y su construcción institucional, la llamada Restauración, críticas desmesuradas, porque no la consideraron una verdadera democracia, y porque no supo dar salida a los dos grandes problemas que se agudizaron tras desaparición del político malagueño: la «cuestión social» y el auge de los regionalismos periféricos.

Esta visión negativa de Cánovas se mantuvo durante todo el siglo XX, contrastando la «falsa democracia» de la Restauración, con la «verdadera democracia» que supuestamente llegó con la II República en 1931… sin pararse a analizar éste régimen, que tampoco fue una «verdadera democracia» en su totalidad, ni supo dar solución a los problemas sociales y administrativos de su tiempo. Pero la idealización de la II República se ha mantenido por parte de algunas ramas historiográficas más interesadas en hacer política que en investigar Historia.

El libro que tenemos ante nosotros sitúa a Cánovas en su tiempo y en su contexto, como personaje público y como historiador de prestigio, que lo fue. La técnica expositiva es cronológica, organizada en siete capítulos cada uno escrito por un historiador de oficio, como merecía un personaje del fuste de don Antonio. «Cánovas antes de ser Cánovas», redactado por Carlos Gregorio Hernández Hernández, presenta a Cánovas como lo que fue, el hombre de Estado con mayor relieve para sus contemporáneos, estuvieran o no de acuerdo con él. Nos describe a un joven que llega a Madrid desde su Málaga natal, que al paso que estudia se abre camino en el mundillo periodístico, que se enamora de la Historia como vocación antes que del servicio público, pero que da el paso al frente en 1854, en el carro de la Unión Liberal, partido en el que militará toda su juventud y parte de su madurez. Hernández desmiente esa imagen de «traidor» al Liberalismo progresista que se ha querido pintar sobre él, al ser el redactor del Manifiesto del Manzanares. Desengañado de los malos usos políticos de la Corte de Isabel II, y desconfiado ante las revueltas, en las que sólo ve ganancia de pescadores, Cánovas se retira a sus estudios de Historia y sus tareas académicas. «La forja del liberalismo conservador. Cánovas y la construcción del Alfonsismo liberal», de Jorge Vilches García, nos muestra a un Cánovas al que los desórdenes del Sexenio –mal llamado democrático, como muy bien razona el autor- duelen pero no sorprenden. No obstante, su profundo patriotismo le lleva de nuevo a la actividad política para aportar soluciones. Vilches es diáfano en su exposición de un período tan complicado y con tantos matices como disturbios. El profesor Vilches desgrana documentalmente las razones que llevan a Cánovas a defender, desde el principio, el retorno de los Borbones al trono de España en la persona de Alfonso XII, y explica cómo el liderazgo de una causa que parecía utópica, desemboca en 1874 como la única posible, sólo frenada por ambiciones personales de algunos dirigentes. En una frase, el Sexenio Revolucionario como nunca se lo han contado, y menos en el Bachillerato LOGSE-LOMCE. «Cánovas y Sagasta. Los fundamentos constitucionales de la Restauración», de la pluma de Luis Arranz Notario, narra la complicada intrahistoria política del final del reinado de Isabel II y el Sexenio, con la conflictiva pugna entre poderes, en una sociedad política que no era ni tan democrática ni tan autoritaria como la pintan muchos autores. La evolución de Sagasta aparece claramente dibujada, como la de un hombre que nunca renunció a sus aspiraciones. El Pacto del Pardo o «turnismo» político nació antes de lo que se dice, en medio de tensiones con un Cánovas que supo tragarse su orgullo cuando consideraba que hacerlo era lo mejor para el país.

«De la desconfianza al pragmatismo. Las relaciones entre Cánovas y la izquierda liberal en la Restauración», a cargo de José Ramón Milán García, abunda en la línea del texto anterior. La rivalidad entre Cánovas y Sagasta no fue tan fácil como el «turnismo» nos dice que fue. Cánovas era un político duro cuando quería serlo, pero no era intransigente; y Sagasta sabía negociar. La obra de la Restauración aparece así como lo que fue: una implantación lenta y bien orquestada, pero en absoluto fácil, enfrentada a las ambiciones de unos, a la intransigencia de otros, y a la impaciencia de muchos. Los primeros años de Cánovas en el poder no oscurecen la figura de un Alfonso XII que supo ganarse con su juventud y su encanto personal a buena parte de la sociedad española; mientras que con paciencia de artesano Sagasta construye un partido Liberal que pudiera recoger las conquistas políticas del Sexenio. «Cánovas en la historiografía española», de Federico Martínez Roda, sorprende porque nos permite descubrir un hecho desconocido: Cánovas del Castillo fue un magnífico historiador, documentado, innovador, y con ideas sobre cómo estudiar el pasado avanzadas a su tiempo. Sólo hay que recordar que el estallido de la Revolución de 1868 le sorprendió examinando legajos en Simancas. Martínez Roda explica la evolución y la maduración de su obra, y cómo ésta a su vez influyó en su visión política y la actuación que debía de llevar a cabo. Cánovas se convirtió posiblemente en el primer especialista en Historia del período de los Austrias; en todo caso, su visión de este período ha influido en los historiadores posteriores. Martínez Roda realiza un estudio exhaustivo de sus escritos, de su investigación, y también de cómo el amor de Cánovas hacia la Historia le llevó a ordenar la mejora de los archivos históricos españoles.

«Palabras amables y poca acción: Cánovas, Salisbury y la guerra de Cuba», escrito por Julius Ruiz, detalla con precisión los esfuerzos realizados por Cánovas, la Reina Regente y la diplomacia española, para obtener apoyo contra la previsible agresión de Estados Unidos para apoderarse de Cuba, y expulsar a España de América. En esta tarea, España tuvo un aliado inesperado, el embajador británico en Madrid, Sir Henry Drummond Wolff, consciente de la crisis que la pérdida de las provincias antillanas y asiática podrían desencadenar en España. Pero el Gobierno de Londres no quiso inmiscuirse y enfrentarse a Washington. La consideración de un Cánovas desdeñoso con las relaciones internacionales queda puesta así en severo entredicho.

Cierra el volumen el estudio de Roberto Villa sobre los últimos años de Cánovas. «El último Cánovas: el Unionismo Liberal-Conservador y los movimientos particularistas», describe a un presidente de Gobierno de España muy consciente de los problemas que se le presentan, ante los cuales intenta aplicar soluciones. En una explicación prolija y tensa, Villa desgrana esos últimos años en los que Cánovas intenta evitar la guerra con los Estados Unidos, consciente de que la política de concesiones no resulta, y de que el fin último de la emergente potencia norteamericana es anexionarse la isla, no independizarla de España. Junto a éste, el otro gran problema que Cánovas presiente es la conversión del particularismo catalán y vasco en un movimiento político secesionista. Una visión que rompe con la imagen del Cánovas intransigente y sanguinario que nos legó el periodismo republicano y anti sistema. En resumen, un libro muy importante, innovador, muy documentado, modesto en su aspecto pero relevante en su contenido, y que nos devuelve a Cánovas tal y como fue considerado por sus contemporáneos: el estadista más importante de España en el siglo XIX, y quizá de toda su historia contemporánea.

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