Diario de lecturas

Día del Libro, ¿y a quién le importa?

Día del Libro, ¿y a quién le importa?

Día del Libro, ¿y a quién le importa?

A mí el Día del Libro me deja siempre algo frío. Entiendo que si existe el Día del Helado, que se celebró apenas hace unos días, pues claro que debe existir esta celebración del que quizá sea el objeto y creación más definitorio de la Humanidad, pero los escasos descuentos y el mínimo interés de las actividades que se organizan me hacen creer que todos estamos algo aburridos de esto -y por favor, no juguemos a eso de que todos los días son el día del libro, no nos hagamos tanto daño gratuito-. A mí el 23 de abril me pilló muy ocupado, el trabajo es una condena además de un privilegio, y debo decir que ese martes no leí ni los mensajes de WhatsApp. Creo que compenso esa falta con los muchos días en los que me duelen las retinas, aunque quizá no porque lea tanto sino porque leo demasiado en pantalla y también porque la presbicia es ahora mi peor enemigo -¿para cuándo una solución?-. Sea como sea, ya sé que las muchas feria del libro que se nos vienen encima presumirán de ventas y de miles de visitas, pero yo desde esta modesta y algo quejica columna pido ya que pensemos nuevas maneras de promover la lectura porque se nos nota la falta de ideas, el copia y pega de actividades y la burocrática llamada a la acción de los actores principales en esta obra de teatro que se parece demasiado a sí misma año tras año, una oportunidad perdida tras otra.