Novela

Fernando Aramburu: Crónica post mortem

Un año después de ‘Hijos de la fábula’, Tusquets nos trae de nuevo a este exitoso escritor vasco con ‘El niño’, una novela que se desenvuelve con la tragedia de una explosión de gas en un colegio vizcaíno de Ortuella, en 1980, un hecho que conmocionó al país

Fernando Aramburu.

Fernando Aramburu. / L. O.

Santiago Ortiz Lerín

Santiago Ortiz Lerín

Era un día húmedo en un viejo cementerio del norte, en un pequeño pueblo del área metropolitana del Gran Bilbao, donde un hombre de sesenta y ocho años, que buscaba pájaros con la mirada, veía volar a los estorninos. Entre las altas paredes de nichos no se veían nubes en el cielo, y a pesar de ello caminaba apoyándose en un paraguas a modo de bastón, se dirigía a la zona del camposanto donde se hallaban los columbarios. Allí es donde estaban las cenizas de Nuco, su nieto de seis años, que falleció inesperadamente y a quien su abuelo le prometió hacerle socio del Athletic de Bilbao, digamos que es de este modo como comienza la última novela de Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), que se titula ‘El niño’, y que estos días nos presenta Tusquets Editores. El escritor vasco, licenciado en Filología Hispánica, vive desde los años ochenta en Alemania. Aramburu ha escrito narrativa -novela y cuento-, ensayo, y poesía, y con su obra ‘Años lentos’ ganó en 2012 el VII Premio Tusquets Editores de Novela, una narración en la que el protagonista es un niño navarro que envían con su familia a San Sebastián, y donde el autor desarrolla el mundo sórdido del terrorismo en la sociedad vasca, una novela antecesora del gran éxito editorial de Fernando Aramburu con ‘Patria’, que recibiría el Premio Nacional de Narrativa en 2016.

El 23 de octubre de 1980, en el municipio vizcaíno de Ortuella, cincuenta niños de entre cinco y diez años de edad fallecieron en esta localidad víctimas de una explosión accidental en su escuela Marcelino Ugalde, al estallar las tuberías de la calefacción. Este hecho real es con el que Aramburu desarrolla su historia, donde Nuco, el niño fallecido que su abuelo Nicasio visitaba en el cementerio, es el elemento central del argumento con el que el autor conecta su narración enmarcada con este trágico suceso, si bien, el tema que sobrevuela en la lectura de esta novela es la injusta muerte del niño y la tragedia que afecta a los familiares que han de continuar viviendo. Una historia con un tiempo narrativo que no es lineal, pues comienza con el niño fallecido, y donde Aramburu fija su punto de vista en los familiares inmediatos de Nuco, es decir, su abuelo, su madre, y su padre. El niño ha muerto, y paulatinamente el narrador irá desenvolviendo el efecto que ello causa en los protagonistas, desvelando la historia a modo de flashback, digamos, la dureza de la muerte de un familiar es el conflicto que transforma a los personajes. Además de ello Fernando Aramburu utiliza un particular recurso narrativo que anticipa en una nota de autor antes del comienzo de la novela, con la que advierte que este recurso puede no gustar a todo el mundo, pues consiste en que hay capítulos o fragmentos donde el texto habla al lector como si se tratase de un segundo narrador, es decir, como si el texto tuviese un espíritu propio para opinar sobre lo que se narra y cómo se hace, podríamos decir como una especie de espíritu literario. En cualquier caso, Aramburu dice que el lector puede leer estos capítulos que se distinguen por la letra en cursiva, o ignorarlos y leer exclusivamente donde se narra la acción de los personajes y el desarrollo del conflicto literario, y que de algún modo por esta sugerencia parece escorarse hacia la antinovela, aunque sin llegar al punto de Cortázar con su obra paradigmática ‘Rayuela’. El autor, con esta trágica historia nos devuelve a la España de finales de los setenta y sus grandes catástrofes, como el accidente en el aeropuerto de los Rodeos en Tenerife, la catástrofe del camping de Los Alfaques en Tarragona, o como en la novela, la explosión de gas en el colegio Marcelino Ugalde en Ortuella (Vizcaya).

Aramburu, que narra la historia con estilo indirecto, divide los capítulos, muy breves, casi fragmentos, como si fuese una novela coral, es decir, a veces pone el foco en el abuelo, otras en la madre, que pe entrevistada por el narrador, y otras es el espíritu del texto, es decir, este recurso narrativo de Fernando Aramburu, como si las letras cobrasen entidad e inteligencia propia, y que podríamos considerar como una historia fragmentaria. Cuando es la madre el discurso narrativo se desenvuelve como si esta contase su experiencia vital con la muerte del niño. El autor sabe caracterizar la voz en cada pasaje en función de quién se trate.

En la versión novelada de la película de Fellini ‘La dolce vita’, que escribió Joseph-Marie Lo Duca, uno de los fundadores de la famosa revista francesa Cahiers du Cinema, este cita en el prólogo una frase de Miguel Ángel ante las críticas de los vaticanistas de su época, con la que les responde: «que el Papa se digne cambiar el mundo; luego, lo pintaré como quede». Siguiendo esta máxima de uno de los grandes genios de todos los tiempos, decimos que el escritor nos muestre su mundo, luego leeremos lo que haya escrito, y en este sentido, Aramburu nos lo ha mostrado una vez más, y otra vez, lo hemos vuelto a leer.

El niño

Autor: Fernando Aramburu

Editorial: Tusquets

Precio: 20,50 €