Sin revanchismos, sin ingenuidad, sin testimonios parciales que pudieran enrarecer el compromiso, democráticamente asumido, de iluminar el pasado. Con entrevistas de ambos bandos y un objetivo histórico: salvar la experiencia de la última generación de la Guerra Civil. Fernando Arcas presentó ayer el documental Yo estaba allí, financiado por la Diputación, la primera parte de una investigación que recoge la voz de doscientas personas y que aspira a tener continuidad en un volumen compilatorio. La memoria de Málaga.

El trabajo se nutre de más de doscientas entrevistas realizadas en 55 municipios. ¿Se trata de un proyecto pionero en el país?

El pionero, sin duda, fue Roland Fraser, especialista en historia oral, que en los setenta recabó testimonios sobre el conflicto. Su trabajo, no obstante, fue muy diferente. Él se centró en la generación que vivió la Guerra Civil en la madurez y nosotros en la única que sigue viva, que por aquellos años era muy joven y cuyo relato merecía salvarse. Además, utilizamos técnicas audiovisuales y la muestra final quizá sea más extensa.

¿Qué es lo que más le ha asombrado de la experiencia?

Más que asombrarme, lo que sí le puedo decir es que hubo momentos muy duros y delicados. Eso es inevitable. La historia oral tiene un componente científico y otro humano y en éste se dan muchos pasajes dolorosos. Hemos querido incorporar la visión de personas ligadas a ambos bandos, entender, a través de sus voces, las razones y el contexto que determinó la guerra. Eso nos ha enfrentado directamente a un mundo con grandes diferencias sociales, muy jerarquizado, en el que la República intentó hacer una transformación profunda, quizá excesiva.

¿Sigue habiendo miedo entre los supervivientes?

Lamentablemente sí. Algunos se bloqueaban y otros apenas podían expresarse mediante circunloquios. En sociedades campesinas, tradicionalmente más cerradas, nos hemos encontrado con casos como el de una mujer que se negó a dar nombres porque los descendientes del asesino de su padre todavía viven en la casa de al lado. Es un clima de opresión latente que, afortunadamente, se está resolviendo con los trabajos de recuperación de la memoria.

¿Abunda el rencor entre las víctimas?

De las entrevistas se infiere un sentimiento distinto. No hay rencor, pero sí dolor. Muchos se mostraron muy agradecidos por la consulta. Tácitamente todos están de acuerdo en que es un periodo que no se debe olvidar, cuyas vicisitudes tienen que relatarse para que no se vuelva a repetir. La Guerra Civil fue dolorosa para todos, pero la historia está obligada a estudiar el pasado y repartir responsabilidades, ya que no todos tuvieron el mismo grado de culpa. Los testimonios nos han permitido, por ejemplo, entrar a fondo en la retaguardia y la represión, que fue muy distinta. La del bando nacional fue cruel, larga y sin piedad, mientras que la republicana resultó más espontánea, entendida, en gran medida, como una respuesta al golpe militar.

Numerosos testimonios ratifican que el conflicto fue utilizado en los pueblos para dirimir rencillas personales. ¿Ha topado con muchos casos?

Desgraciadamente sí y no sólo en las zonas rurales. La venganza por razones de enemistad familiar forma parte de la memoria de la guerra, aunque la casuística es muy extensa y arbitraria. A una mujer, por ejemplo, que trabajaba de sastre la fusilaron por haber bordado una bandera de la UGT. A los asesinatos por pertenencia a comités, sindicatos y organizaciones se unen otros perpetrados por motivos que van desde el problema de las lindes al deseo de una mujer. Estas situaciones son comunes a casi todas las guerras. Los conflictos, por muy locales que parezcan, sirven para enunciar diferencias universales.

¿Y cuál sería la lectura?

La conducta del ser humano en situaciones extremas, que casi siempre se parece. En esas circunstancias, el protagonista es el miedo. Es el motor del comportamiento. Recuerdo el testimonio de una mujer de Málaga, simpatizante de la derecha, que reconocía que había suspicacias por todas partes. Unos temían los bombardeos y otros se sentían espiados. Con esas coordenadas, resulta fácil que aflorara la represión.

A diferencia de otros países azotados por las dictaduras, en España está siendo muy polémico el proceso de recuperación de la memoria...

Eso se debe al modelo de transición, que propició, en un primer momento, un silencio que quizá fue estratégicamente necesario, pero que dejó muchos puntos pendientes de revisión. Es ahora cuando, por salud democrática, se debe abordar la justicia histórica. No se puede construir sobre el silencio.

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